domingo, 27 de enero de 2013
La Tragedia del Niño Melchor Torío, en 1936
(Relato extraído del reportaje publicado en el semanario "La Linterna", el 11 de febrero de 1936.
"La Linterna" era una publicación sensacionalista de ámbito nacional semejante a "El Caso". Costaba 20 céntimos y el periodista que acudió a Ampuero para realizar el reportaje se llamaba Miguel Lucena. Las fotos eran de Almazán y Leoncio.)
¡SE HA PERDIDO MELCHORÍN!
En la carretera de Santander a Bilbao, a
dos kilómetros de Limpias, está Ampuero. Un pueblo rico, cuidado, trabajador.
Casonas solariegas, “villas” modernas. La mayoría de sus vecinos hicieron su fortuna
en tierras de América y volvieron a su patria chica a descansar después de una
forzada etapa de trabajos y sinsabores. Una de las calles principales de
Ampuero es la de Melchor Torío, alcalde que fue del pueblo santanderino hace ya
unos años. Ni la piqueta de los
tiempos, ni los cambios políticos pudieron demoler lo que el cariño, el respeto
y la admiración impulsaron. Fue un alcalde ejemplar, que todos recuerdan con
verdadera devoción. Calcúlese cuál sería la emoción del vecindario al
conocerse, con la rapidez que cundió la triste noticia, la misteriosa
desaparición de un nieto de aquel varón ilustre.
-
¿Sabéis lo que se
dice?
-
¿Pasa algo malo?
-
Lo más terrible:
que Melchorín ha desaparecido del pueblo.
-
¿Quién? ¿El hijo
de Valentín? ¿El nieto de don Melchor?
-
El mismo.
-
Ahí está el
misterio. Nadie sabe lo que ha pasado. ¡Cosa más rara! Hacía unos momentos que
le habían visto jugar frente de su casa.
-
¿Se habrá caído
al río? Las aguas del Vallino vienen muy crecidas.
-
No sé, no se. Voy
corriendo a casa de Valentín a ver si sabe algo.
Así
por todas partes. En pocos minutos, el hogar de don Valentín Torío y doña Eugenia
López se llenó de amigos. Todos rivalizaban para ser los primeros en ir a
buscar al desaparecido. El padre agradeció y aceptó el desinteresado
ofrecimiento y él mismo se puso a la cabeza de los buscadores. Estaba como
loco, desesperado. Desde los primeros instantes un trágico pesimismo se apoderó
de él.
LA ÚLTIMA VEZ QUE SE VIO AL NIÑO
Como
de costumbre, el niño fue con otros amigos al rosario de Santa María. Alrededor
de las siete de la tarde salió de la iglesia. Llovía aquel lunes. Melchor, un
chiquitín de siete años, iba vestido con pantalón gris y un jersey de lana del
mismo color, cubierto todo él con un impermeable de los llamados “cueros”.
El
hijo de don Valentín era listo, avispado y conocedor de los rincones peligrosos
del pueblo. Esto hacía temer aún más la idea de un rapto o secuestro, ya que el
chiquillo sabía los lugares por donde las aguas podían acarrear una desgracia.
-
¿Vamos a jugar al
“pilla”?
Y así se acordó entre el
grupo de amigos.
Alegremente, corrían de un
lado para otro los pequeños, escondiéndose para no ser encontrados por el que
se “quedaba”.
-
¿Por qué no os
vais a casa? – les dijo un vecino a pasar –. La noche está fría, llueve, y el
río os puede dar un susto.
Rieron
los chiquillos ante la medida previsora del cauto transeúnte, y continuaron
contentos su juego.
En
una de las vueltas, los amigos de Melchor lo echaron de menos.
¡Melchor!
¡Melchorín!- gritaron-. Que ya nos vamos, que es la hora de cenar.
No
respondió nadie.
-
Déjalo ya- dijo
otro-. Se habrá ido sin que le hayamos visto-
Y
el juego se dio por terminado-
Bajo
el puente pequeño, las aguas del río Vallino bajaban con fuerza y a una altura
desproporcionada. La crecida era tal que había llegado hasta cubrir la rampa
que da acceso a la calle.
Uno
de sus amigos, que vive precisamente en el piso superior de la casa del niño
desaparecido, fue el primero que dio la noticia.
-
¿ No ha venido
Melchor?- le dijo a la madre de éste.
-
Pero, ¿no estaba
con vosotros?
-
Sí, pero le
perdimos cuando jugábamos en la calle.
-
¿Qué dices, niño?- respondió doña Eugenia, asustada-.
¿Dónde estabais?
-
Al lado del
puente pequeño. Yo creía que ya estaría aquí-
La rampla que baja del Puente Pequeño al río ( hoy situada junto al merendero "Las Peñas"), se piensa que allí jugaba Melchorín cuando desapareció.
Un extraño presentimiento, un doloroso augurio cruzó en el acto por la imaginación de la madre.
-
¡Qué horror!-
pensó para sí-. ¿Le habrá sucedido algo malo a mi hijo?
Y
en presencia de don Valentín Torío, el padre, el amiguito de Melchor volvió a
referir lo poco que él sabía, añadiendo ahora un dato más, de verdadera
importancia.
-
Yo no sé más que me parece que una de la veces oí como un ruido por la rampa.
Desde entonces no le volví a ver. Lo que menos puedo figurarme es que se haya
caído al agua. No sé más.
Era
suficiente, sobrado, por desgracia, la mala noticia, para que el padre
dispusiera en el acto un intenso reconocimiento por el río. Dificultaban la
busca la enorme corriente y la formidable crecida del Vallino. La noche,
además, era otro obstáculo para los que se lanzaron a la abnegada e ímproba
tarea…
-
Yo doy lo que
sea: seis mil, veinte mil, todo lo que tenga, por mi hijo; aunque me quede sin
nada, aunque tenga que pedir limosna.
Así hablaba la desventurada
madre, la dama virtuosa, para quien no había consuelo ni razonamientos. A
medida que el tiempo transcurría, después de todas las pesquisas, de los más
escrupulosos sondeos, de buscar infructuosamente por la ría de Limpias, por las
márgenes del Asón, por las marismas de Treto y entre las montañas y los
caseríos, doña Eugenia López desfallecía por instantes. Solamente la infatigable
labor de los vecinos, la ímproba tarea de su marido, le daba alguna vez
alientos para vivir.
-
¡Mi hijo! ¡Mi
hijo! – exclamaba a cada instante-. Buscármelo. Traérmelo, vivo o muerto; pero
traérmelo, que yo lo vea, que acabe de una vez esta espantosa incertidumbre.
EL PERRO DE RAMALES
A todo se recurrió.
- En Ramales hay un perro
policía, al que no se le resiste ningún rastro. Gracias a él se encontró a un
hombre que se había perdido…
Y de este perro, propiedad de
don Mateo Peral, se echó también mano. Lo llevaron a Ampuero. Le dieron a oler
ropa del niño, y el animal, después de unas cuantas vueltas, corrió veloz a
zambullirse en el agua del Vallino, precisamente por la rampa del puente
pequeño.
Hubo un rayo de esperanza. Un
poco de luz en la tenebrosidad del suceso. El perro nadó unos cuantos metros,
volvió a la rampa, se tiró otra vez y salió a la superficie… Don Valentín
Torío, que presenciaba la escena, confirmaba por momentos su primera impresión
pesimista. A su hijo le había arrastrado la corriente del río.
No quedó un rincón sin
reconocer. El padre del niño desplegó cuanto humanamente podía hacerse para
hallarlo. Puso en conmoción a la Guardia Civil, a los carabineros. De Marrón,
de Colindres, de Santoña, de Limpias, de todos los alrededores, buscaron en embarcaciones
por el río. Se colocaron redes en los lugares estratégicos… Nada, todo inútil.
Ya no quedaba nada sin registrar. Cada vez era mayor el misterio y más tristes
los presentimientos. Después de tanta búsqueda sin resultado, se acentuaba la
impresión de que el niño hubiera sido víctima de un secuestro. ¡Era imposible
que estuviera ahogado en la corriente del río!
APARECE EL CADÁVER EN UN
LUGAR YA EXPLORADO
A los cinco días de su desaparición encontraron el cadaver del niño en la orilla del río Asón.
En Marrón, cerca de la caseta del guardaagujas del tren, junto a unos chopos.
La mañana del viernes, hacia las ocho, recorrieron la parte del Asón que hay cerca de una casilla del guardagujas del ferrocarril. El agua había cedido en impetuosidad, estaba más transparente y era más fácil la búsqueda.
En Marrón, cerca de la caseta del guardaagujas del tren, junto a unos chopos.
La mañana del viernes, hacia las ocho, recorrieron la parte del Asón que hay cerca de una casilla del guardagujas del ferrocarril. El agua había cedido en impetuosidad, estaba más transparente y era más fácil la búsqueda.
-
¿Viste algo por
aquí, Manuel? – preguntaron al ferroviario.
-
Tampoco hoy; lo
mismo que ayer. Ya se lo dije a ustedes anoche.
-
Desesperación.
Los mismos sitios se habían registrado una y otra vez; pero se insistía en la
creencia de que el agua pondría a flote el cuerpo del niño. Se marcharon de
allí, ante la inutilidad de la búsqueda.
Ya,
a las nueve, el vecino de Marrón José Villa, se dirigió a la Isleta, a cavar en
las proximidades unas patatas. Este muchacho fue quien descubrió el cadáver. En
el mismo lugar donde le habían buscado hacía una hora. El desgraciado
Melchorín, vestido tal como se perdió la noche del lunes, flotaba en las aguas.
Un brazo en alto, junto a unas ramas; en el dedo anular de la mano izquierda,
la sortija de sello que siempre llevaba; en la carterita de piel,
cuidadosamente doblada, la letrilla de unas ingenuas coplas de ciego que había
comprado por la tarde…
El padre, los familiares y algunos amigos, de vuelta del entierro.Ni una herida en su cuerpo. Apenas unas erosiones en la cara. Al instante se conoció en Ampuero el horroroso hallazgo. Pocos se explicaban el hecho extraordinario del descubrimiento en forma tan extraña. ¿Cómo pudo aparecer el cadáver en tal sitio sin que fuera visto poco antes?
El
cuerpecito del ahogado fue trasladado a la casa de la calle Melchor Torío. Dos
horas después se le llevaron al cementerio, en espera de los trámites
judiciales. El pueblo entero se asoció al dolor de los desventurados padres,
que era el mismo dolor, la misma honda pena que la de todos los habitantes del
pueblo.
jueves, 24 de enero de 2013
Sobre el Fin del Mundo
A pesar de los "pájaros de mal agüero" aún queda mucho vino en la bodega
Entonces, ¿por qué seguimos insistiendo en que el fin está cerca? Porque nos tomamos muy en serio las palabras de Jesús: “Sigan mirando, manténganse despiertos”. La otra alternativa sería dejar que él nos encontrara “durmiendo”, lo que impediría que nos ganáramos su favor (Marcos 13:33, 36).
Ilustrémoslo con un ejemplo. Puede ser que
un guarda forestal vea desde su torre de vigilancia que una pequeña espiral de
humo asciende en el horizonte y dé una voz de alarma, pero que esta resulte
falsa. No obstante, su actitud vigilante podría salvar muchas vidas en otra
ocasión.
Del mismo modo, nosotros hemos tenido
expectativas equivocadas sobre cuándo vendrá el fin. Pero nos interesa más
obedecer a Jesús y salvar vidas que evitar críticas…
Aunque el fin se demore desde nuestro
punto de vista, nos mantendremos a la expectativa, pues Habacuc 2:3 nos
asegura: “Sin falta se realizara. No llegará tarde”.”
(La
Atalaya. 1 de enero de 2013)
En lo
referente al Fin del Mundo los Testigos de Jehová no son desde luego “la alegría de la huerta”.
Con mayor optimismo podemos llegar a creer que cuando la tierra
desaparezca al ser abrasada por el sol, los humanos ya habremos colonizado
algún otro planeta donde continuar el camino.
La tierra tiene los días contados, pero no nos preocupemos en exceso que aún nos quedan 7 mil millones de años.
¡A vivirlos!
domingo, 20 de enero de 2013
Video. Ríos crecidos.
Ampuero. 18 de enero de 2013
Música: Himno de Ampuero interpretado por la Coral de Ampuero
jueves, 17 de enero de 2013
Curiosidades
"LO INCREIBLE" de "Muy Interesante" 1998
Corridas pecaminosas
A mediados
del siglo XVI, el Papa Pío V condenó los festejos taurinos con la excomunión.
Libres de marcas
Carlos III
prohibió en 1784 marcar con hierro candente a los esclavos.
Aquí un buen amigo
Los yonomami
de Brasil y Venezuela intercambian las esposas para restablecer la paz después
de un conflicto.
El hormigueo fórmico
Las mujeres
de Ponape, en Micronesia, usan una especie de hormiga cuya picadura en el
clítoris produce un breve orgasmo.
Adquisición
electrizante
Cuando se utilizó por primera vez la
silla eléctrica en Estados Unidos, el emperador Menelik II de Abisinia
(Etiopía) quedó tan prendado del invento que ordenó comprar tres unidades. Al
recibirlas no pudo utilizarlas: en su país no había corriente eléctrica.
El zar Pedro
III de Rusia, que resultó asesinado antes de tomar el trono en junio de 1762,
fue coronado 35 años después de su muerte. Para el acto, se tuvo que abrir el
ataúd.
Vigilante nocturnos
En el año
1000, los monjes dormían en dormitorios comunes con una vela o lámpara de
aceite encendida, para vigilarse mutuamente y evitar perversiones y
tentaciones.
Fijación por los trenes
Un ciudadano
mexicano que salió indemne de cuatro accidentes de tren en sólo dos meses tuvo
una descarga eléctrica letal mientras jugaba con el tren eléctrico de su hijo.
Y llegó
En 1993, un
vecino de Madrid recibió de un amigo una carta con este membrete: “perdone
señor cartero, pero no me acuerdo de la dirección. Es bajando por la calle
Guzmán El Bueno, la primera calle a la derecha y el primero o segundo portal”.
Por los testículos
A falta de
Biblia, los romanos juraban decir la verdad apretándose los testículos con la
mano derecha.
De esta
costumbre romana procede la palabra testificar.
¿A dónde le llevo?
Un taxista
de Atenas se quedó sorprendido cuando un cliente le dijo que le llevara a su
propia dirección. El conductor, que no dijo nada, llevó al individuo al lugar,
dejó que le pagara y se bajase del taxi. Luego, le siguió y se encontró con que
estaba haciendo el amor con su esposa.
Baños Embarazosos
Hace 400
años, las mujeres europeas evitaban bañarse en aguas utilizadas por el mismo
fin por algún hombre. Temían quedarse embarazadas.
Discreción gaseosa
El 99 por
ciento de las ventosidades son inodoras.
¡Ah se siente!
Los
elefantes realizan el acto sexual una vez cada tres años.
Amores que queman
En 1649, M.
Vijon fue quemado en la hoguera por mantener relaciones sexuales con un ave de
corral.
De acuerdo
con una vieja ley judía, los trabajadores en activo tienen la obligación de
hacer el amor con su compañera dos veces a la semana. Los parados han de
hacerlo todos los días.
domingo, 13 de enero de 2013
Mejorado el punto peligroso del Jardín Caídos
Buena noticia: La señalización del punto peligroso del Jardín de los Caídos ha mejorado considerablemente.
jueves, 10 de enero de 2013
ASOCAM entrega la cesta de los mil euros
La Asociación de Comerciantes y Autónomos de Ampuero (ASOCAM) entregó el premio de la Rifa de Reyes valorado en mil euros a la ampuerense Ana Sierra Gándara. La Pescadería Río Asón fue el establecimiento comercial que regaló la papeleta con el número 30875, el gordo de la lotería del Niño. Ana Sierra dispondrá ahora de dos meses para gastar 50 vales de 20 euros cada uno para comprar lo que quiera en los 50 establecimientos asociados (comercios, peluquerías, talleres, asesorías, etc).
Un nuevo éxito de ASOCAM encaminado a potenciar el comercio local.
lunes, 7 de enero de 2013
domingo, 6 de enero de 2013
Punto peligroso en el Jardín de los Caídos
En el Jardín de los Caídos, junto a la pasarela que conduce a la plaza de toros, hay un punto muy peligroso que se debiera correguir lo antes posible.
Como se distingue en la foto hay un hueco por el cual un niño podría asomarse, tropezar y caerse al río. En su momento se ve que fue precintado con una banda de plástico de la policia local pero ya esta señalización ha quedado inservible.
Daños en el "Centro de Educación Profesional" de Marrón
La fachada acristalada del centro de educación profesional situado en Marrón perteneciente a la Fundación Nuestra Señora Bien Aparecida ha sufrido algunos destrozos.
Al parecer y aunque cueste creerlo los daños fueron provocados esta misma tarde por un rebaño de ovejas.
viernes, 4 de enero de 2013
Cuento. Las últimas Navidades de Aurelio Morán
Las Últimas Navidades de Aurelio Morán
S.Brera
Aquellas navidades nevó en Entrepeñas como no recordaba Aurelio Morán que lo hubiese hecho antes. Cuando presintió el fuerte temporal que se avecinaba Aurelio reunió toda la leña y víveres que le fue posible en previsión, sobre todo, de la visita de su familia. El año pasado no vinieron pero en esta ocasión calculó con optimismo que comería el pavo, que con tan delicado interés criaba en el corral, en compañía de su hijo, su nuera y principalmente de sus nietos, a quienes tanto deseaba conocer.
Durante jornadas sin interrupción un viento gélido amedrentó las escarpadas laderas donde se encaramaba el pueblo. Pronto la carretera de acceso quedó sellada por la nieve y una abrumadora soledad se adueñó de las calles y de la pequeña plazuela contigua a la iglesia de San Bernabé. En una semana Aurelio apenas se movió de su habitación, sentado en una banqueta contemplaba aburrido a través de la ventana la interminable tormenta. Pensó con frustración en la dificultad que tendría su hijo para llegar desde Madrid hasta el pueblo; lo más lógico creyó, es que hubieran aplazado el viaje para año nuevo advertidas las condiciones climáticas.
Una tarde imaginó a Pepe, el cartero, en el patio de su casa portando apremiantes noticias pero la figura de su viejo amigo desapareció como el humo en un abrir y cerrar de ojos.
El frío cortaba como un cuchillo el día que se internó en el bosque con la intención de traer a casa un pequeño árbol de navidad. Si al final venían los de Madrid debía estar preparado para recibirles con todo merecimiento; pensaba en los niños, en cuanto disfrutarían correteando alrededor del pino y colgando en él muchos adornos y regalos. El esfuerzo de cortar el árbol a hachazos y arrastrarlo luego por el sendero nevado resultó extenuante para Aurelio. Durante este particular vía-crucis creyó ver por un momento a Germán, asomado en el desvencijado balcón de su casa, incluso a punto estuvo de llamarlo pero no tardó en apreciar que se había tratado de un caprichoso error, que achacó sin darlo mayor importancia a la furiosa ventisca.
Una mañana halló en el fondo de un baúl varias revistas, plásticos de colores y viejas fotografías familiares que recortó en tiras para luego fijarlas al árbol. Así se entretuvo varias horas consiguiendo finalmente separarse de la ventana y sustraerse a la danza infinita e hipnótica de los copos de nieve. Otra mañana que por fin amaneció soleada imaginó la eminente llegada del nuevo año y decidió salir a visitar a sus vecinos. La luz renovada inundó su mísera vivienda y los rayos del sol consiguieron penetrar en su piel de viejo reptil desentumeciéndole. Eligió su mejor traje y la gorra de cuadros de estilo escocés. A través del sendero de su huerta observó contrariado el penoso estado de ésta y se comprometió a adecentar las tapias y el cobertizo, más temprano que tarde. El anciano campesino se encaminó calle arriba, hacia la iglesia, al encuentro de sus amigos pero regresó al poco tiempo envuelto en una desoladora expresión de fatiga y desconcierto. Durante varios días permaneció acostado diríase que vencido definitivamente por la más absoluta desesperanza.
El claxon de un vehículo sonó repetidamente; el nordeste había dejado de soplar de manera que lo oyó con toda claridad, a pesar de ello, juzgó que podía tratarse de un nuevo desvarío, llevaba excesivo tiempo habitando un reino de demencia y ruina y no podía fiarse de sus debilitados sentidos. Realmente nunca supo explicarse como se fueron desencadenando los hechos y las razones por las que uno tras otro sus vecinos fueron marchándose del pueblo. Empecinado en permanecer en aquel pedregal desolado rechazó la última oportunidad que se le brindó cuando falleció Avelina y a Ramón, el menujas, lo rescataron medio congelado y engullido por la maleza y lo trasladaron en ambulancia al asilo provincial. Pero hoy iba a tener lugar la visita tan esperada de su familia y debía prepararse para recibirlos, de la huerta podía recoger buenos frutos y el pavo ya había engordado lo suficiente como para deparar un buen festín. En este punto un pensamiento de pesadumbre se interpuso en su mente, aquellas malditas alimañas lo asediaban por la noche pero no iban a eclipsar ahora su triunfo.
Lo importante ahora, opinó mientras se incorporaba del camastro y escuchaba ruido de pasos y pisadas era mantenerse erguido, digno y seguro de sí.
S.Brera
Aquellas navidades nevó en Entrepeñas como no recordaba Aurelio Morán que lo hubiese hecho antes. Cuando presintió el fuerte temporal que se avecinaba Aurelio reunió toda la leña y víveres que le fue posible en previsión, sobre todo, de la visita de su familia. El año pasado no vinieron pero en esta ocasión calculó con optimismo que comería el pavo, que con tan delicado interés criaba en el corral, en compañía de su hijo, su nuera y principalmente de sus nietos, a quienes tanto deseaba conocer.
Durante jornadas sin interrupción un viento gélido amedrentó las escarpadas laderas donde se encaramaba el pueblo. Pronto la carretera de acceso quedó sellada por la nieve y una abrumadora soledad se adueñó de las calles y de la pequeña plazuela contigua a la iglesia de San Bernabé. En una semana Aurelio apenas se movió de su habitación, sentado en una banqueta contemplaba aburrido a través de la ventana la interminable tormenta. Pensó con frustración en la dificultad que tendría su hijo para llegar desde Madrid hasta el pueblo; lo más lógico creyó, es que hubieran aplazado el viaje para año nuevo advertidas las condiciones climáticas.
Una tarde imaginó a Pepe, el cartero, en el patio de su casa portando apremiantes noticias pero la figura de su viejo amigo desapareció como el humo en un abrir y cerrar de ojos.
El frío cortaba como un cuchillo el día que se internó en el bosque con la intención de traer a casa un pequeño árbol de navidad. Si al final venían los de Madrid debía estar preparado para recibirles con todo merecimiento; pensaba en los niños, en cuanto disfrutarían correteando alrededor del pino y colgando en él muchos adornos y regalos. El esfuerzo de cortar el árbol a hachazos y arrastrarlo luego por el sendero nevado resultó extenuante para Aurelio. Durante este particular vía-crucis creyó ver por un momento a Germán, asomado en el desvencijado balcón de su casa, incluso a punto estuvo de llamarlo pero no tardó en apreciar que se había tratado de un caprichoso error, que achacó sin darlo mayor importancia a la furiosa ventisca.
Una mañana halló en el fondo de un baúl varias revistas, plásticos de colores y viejas fotografías familiares que recortó en tiras para luego fijarlas al árbol. Así se entretuvo varias horas consiguiendo finalmente separarse de la ventana y sustraerse a la danza infinita e hipnótica de los copos de nieve. Otra mañana que por fin amaneció soleada imaginó la eminente llegada del nuevo año y decidió salir a visitar a sus vecinos. La luz renovada inundó su mísera vivienda y los rayos del sol consiguieron penetrar en su piel de viejo reptil desentumeciéndole. Eligió su mejor traje y la gorra de cuadros de estilo escocés. A través del sendero de su huerta observó contrariado el penoso estado de ésta y se comprometió a adecentar las tapias y el cobertizo, más temprano que tarde. El anciano campesino se encaminó calle arriba, hacia la iglesia, al encuentro de sus amigos pero regresó al poco tiempo envuelto en una desoladora expresión de fatiga y desconcierto. Durante varios días permaneció acostado diríase que vencido definitivamente por la más absoluta desesperanza.
El claxon de un vehículo sonó repetidamente; el nordeste había dejado de soplar de manera que lo oyó con toda claridad, a pesar de ello, juzgó que podía tratarse de un nuevo desvarío, llevaba excesivo tiempo habitando un reino de demencia y ruina y no podía fiarse de sus debilitados sentidos. Realmente nunca supo explicarse como se fueron desencadenando los hechos y las razones por las que uno tras otro sus vecinos fueron marchándose del pueblo. Empecinado en permanecer en aquel pedregal desolado rechazó la última oportunidad que se le brindó cuando falleció Avelina y a Ramón, el menujas, lo rescataron medio congelado y engullido por la maleza y lo trasladaron en ambulancia al asilo provincial. Pero hoy iba a tener lugar la visita tan esperada de su familia y debía prepararse para recibirlos, de la huerta podía recoger buenos frutos y el pavo ya había engordado lo suficiente como para deparar un buen festín. En este punto un pensamiento de pesadumbre se interpuso en su mente, aquellas malditas alimañas lo asediaban por la noche pero no iban a eclipsar ahora su triunfo.
Lo importante ahora, opinó mientras se incorporaba del camastro y escuchaba ruido de pasos y pisadas era mantenerse erguido, digno y seguro de sí.
jueves, 3 de enero de 2013
miércoles, 2 de enero de 2013
martes, 1 de enero de 2013
Lo mejor para Ampuero son los bancos de piedra
Hace unos meses cuando repararon los Atrancos colocaron estas dos piedras que sobraron como bancos para sentarse. No cabe duda que fue una idea estupenda.
En la zona del paseo de la Presa y en otros lugares se debería también optar por colocar piedras de este tipo o similares y no los bancos de madera tradicionales que los gamberros rompen con más facilidad.
El Ayuntamiento ya de gastarse el dinero que lo haga de manera que aquello que se instale perdure y no necesite mantenimiento.
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