EL RINCÓN DE GARPER
LAS
IMÁGENES DEL RECUERDO DE UN CINE INOLVIDABLE: “EL GRAN CINEMA AMPUERO”
Cuando el cronista se dispone a continuar
con este homenaje dedicado al Gran Cinema, se le agolpan entrañables recuerdos
de infancia: ¡Cuántas películas! ¡cuántos recuerdos!_ Deme cuatro; cuatro general.
_ ¡Corre Nino! ¡Corre!_ y Nino, el del molino, una vez que Goyo Cortázar, el portero de general, le partía la entrada, corría como un gamo a buscar sitio, para él y para sus amigos. Se tumbaba en el primer banco, el que tenía un pequeño respaldo que separaba butaca de general. Cuando entrábamos nosotros, Nino, sonriente, esperaba a que tomásemos nuestro asiento reservado, ganado con su hábil maniobra.
_ Ya va a empezar.
_ El NODO.
_ ¡Ssshhh! ¡Silencio! ¡Que no se alborote el gallinero! de vez en cuando, Goyo, el portero, intentaba poner orden, sobre todo en las películas de indios, cuando sonaban aplausos ante la inminente llegada de la caballería yanqui.
Cuántas películas en el Gran Cinema, proyectadas con las máquinas marca Ora y la última Hispania. Desde estas páginas agradecemos al operador Severo Sañudo y a los ayudantes de proyección, Paco Baglietto y Severo hijo, su buen hacer con las proyecciones. Aunque, esto no impedía que, ante los cortes efectuados por Severo, por imperativos del mal estado de las cintas y por la censura de algún beso, se oyesen buenas pitadas y pataleos, sobre todo del público de general.
Por la cabeza del cronista desfilan un sinfín de películas: El Gran Jefe, “Caballo Loco” , protagonizada por Víctor Mature como actor principal; Espartaco; Ben-Hur; Jerónimo; Odongo; El Coyote; El Cid Campeador; Los diez Mandamientos; Marcelino Pan y Vino; Sonrisas y lágrimas; La Diligencia; El puente sobre el río Kwai; Moby Dick; Tarzán de los monos; Al este del Edén…
Cuanto echamos de menos las filas ante la taquilla, bajo el castaño de indias, que se encontraba muy cerca; el olor y el ruido acompasado de las cáscaras de los cacahuetes; la salida en el descanso donde la pastelería La Ideal, con la estampa de Julián oyendo la jornada de la liga de fútbol y la gente agolpada para hacerse con algún pastel y, sobre todo las “cocadas” que Leandrín preparaba a la perfección. Allí nos enterábamos del resultado de los partidos y cuando ganaba el Racing, corríamos contentos a ver el final de la película.
Las chicas, cuando estaban en “edad de
merecer”, si estrenaban ropa, paseaban por el pasillo perfumadas y con sonrisa
de pasarela. Y las parejas de novios, deseando de que se apagasen las luces
para hacer manitas y robarse algún que otro beso.
Un asiduo a las películas era el gitano
Jiménez, muy querido y apreciado en Ampuero. Jiménez, alto, seco y enjuto,
asistía con su inseparable blusa negra de tratante. Un día, cuando se
proyectaba la película “Orlando” basada en los libros de caballerías que leía
El Quijote, Jiménez empezó a preguntar en alto a los que estaban cercanos con
mucha insistencia: ¿Quién es el chico? ¿Quién es el chico? ¿el rubio o el
moreno? (el “chico” y la “chica” se denominaban así en los cines de pueblo a
los protagonistas principales) Con tanta insistencia lo hizo que un señor que
estaba a su lado, con sonrisa socarrona le dijo: El chico es el moreno. Y
Jiménez, contento y triunfador dijo en voz alta “ya se me hacía a mí que, ¡el
moreno tenía que ser!” El moreno era Orlando, el que quería Jiménez que fuera
el chico y el rubio Rolando.En La Bárcena, en casa de Víctor Iturralde, el padre de “Liqui”, en tiempos del inicio del cine en Ampuero, en las reuniones de vecinos que se hacían (la “hila”) se acuñó una frase que ha quedado en la historia de dichos célebres de Ampuero: ¡Las películas que dan en el cine son rayas y pinturas!
Cuando preguntamos a Pepe Ángel por alguna anécdota curiosa, sonriendo nos dijo: “Hay muchas, pero puedes contar lo de tu hermano Antonio y Pedro, el Poeta”.
Aprovechamos el momento para dedicar, “In memorian,” los recuerdos que traemos a este suplemento, al inolvidable hermano, amante del séptimo arte y asiduo al Gran Cinema.
Pues como decíamos, esta anécdota la podemos
titular “La gotera del Gran Cinema. Antonio y Pedro se sentaban junto a la
puerta lateral de la derecha. Un día mientras veían atentos una película
Antonio le dijo a Pedro: Ese grupo que está ahí detrás llevan todo el rato,
desde que hemos entrado, tirándome con pipas. Ya no aguanto más, así que voy a
decírselo a Pepe Ángel para que eche a estos gamberros”. Acto seguido Pepe
Ángel entró con la linterna y enfocando al grupo les invitó a que abandonasen
la sala. Los mozalbetes, como era lógico se resistieron ante lo que
consideraban injusto, pero ante la seria insistencia del dueño del cine
salieron de la sala. Al poco rato Antonio
manifestó a Pedro: “Me siguen tirando con pipas”. “Es imposible pues
Pepe Ángel ha echado a todos”. Y quedando en observación, Pedro se percató de
lo que ocurría: Había una gotera que intermitentemente caía sobre una de las
mangas del anorak que tenía puesto Antonio. No eran pipas, ¡no! pero, a veces,
hasta en los cines hay malos entendidos...
También desfilaron grupos de teatro y
compañías, con grandes actuaciones como las de Antonio Molina, Luis Lucena…
¡Qué
entrañables recuerdos del Gran Cinema adornan la historia de Ampuero!
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