BOLERAS DE AMPUERO
ROMANCE DEL PASABOLO. 1935
Cuadrilátero de sombra, luces
doradas y blancas,
el río cuenta secretos con el
murmullo del agua
a los árboles que cubren
–verde túnel de sus ramas-
la bolera. Juventudes
abiertas a la esperanza,
pasan en generaciones como
por la vida pasan:
flores en el corazón, todo el mundo a las espaldas
y pulsos que en las muñecas
llenos de sangre les saltan.
Competencias de los hombres
los niños las desearan,
y ojos que se las abrieran
como se las abre el alma
que se va tras de los bolos
en una luz de esperanzas.
Los viejos sienten y miran
con una mirada sabia
que tiene un poco de crítica
y algo de triste añoranza.
Y en el suelo, descansando su
sueño de línea clara,
el tablón, eje del juego,
donde la ilusión resbala,
espera y recoge fuerzas y
luego al aire las lanza.
Bolas corren la canal –mundo
dentro de su área-
como esferas creadoras de
vidas insospechadas.
Brazos en ramas de músculo
hacia el azul se levantan:
llevan deseos en flor, en la
bola y en el alma
latigazos de muñecas, el
corazón en la palma,
fija la vista en los bolos
que al sentir el choque saltan.
El espacio, de oro claro,
cruzan tres saetas blancas,
como pájaros volando en
imagen de bandada.
Tres exhalaciones rectas en
tres ilusiones altas,
que caen marcando medidas de
una aritmética falsa.
Pintan júbilos los rostros y
emociones encarnadas.
¡Vidas jóvenes y fuertes!
¡Vidas de una edad dorada
cuando esa vida nos hace no pensar en la ensenada
de los años, donde encuentra
su triste fin nuestra barca!
Y allá van los bolos altos,
bolos de buena bolada…
Podrán pasarse los años, pero
las vidas no pasan;
y siempre hay brazos que
tiran y corazones que cantan
cantos de felicidades y
alegrías encerradas.
Son los nuevos gladiadores
los hombres de la montaña.”
En el libro de Jesús Garper: “ Por los Caminos de
Ampuero” figura este tema recogido del escritor Alfredo Matilla en el año
1935”.
Estamos hablando de un
escritor de la Generación del 27, que fue amigo personal de Federico García
Lorca, gracias a su amistad “la Barraca” actuó en Ampuero”. Él estaba casado
con una chica ampuerense y veraneaba en esta villa.
De ahí ese conocimiento minucioso
del recinto de la bolera de “La Nogalera”, situada a orillas del río, entre árboles.
Los jóvenes lanzando la bola,
los ancianos presenciándolo, es el paso del tiempo y de las generaciones como
tema de reflexión universal.
Durante la Guerra Civil fue
secretario personal del presidente de la República Manuel Azaña y con él
permaneció en Valencia hasta el fin de la guerra. En el exilio alcanzó en
Puerto Rico y en la República Dominicana
enormes éxitos como intelectual en el teatro y en la música popular.
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