Es una lástima que Ampuero no haya contado en el pasado ni ahora cuente con un edificio o un local conveniente destinado a albergar físicamente objetos de la “memoria colectiva” del pueblo.
Ese peculiar patrimonio que generación tras generación, en la mayor parte de los casos, primero se fue arrinconando porque no se sabía muy bien que hacer con ello y luego se terminó tirando a la basura.
Son una infinidad de objetos: bien pudiera tratarse de una botella de Anís Udalla, una postal antigua, una acuarela del río Asón o de la iglesia de Cerbiago. Un libro de fiestas, un programa sobre una actuación teatral en la que intervino nuestro abuelo, el recorte de una revista o de un periódico que trataba de algún suceso de la villa o en particular de alguno de sus vecinos. El primer teléfono que se instaló en Ampuero, la primera caña de pescar con carrete que se utilizó para pescar salmones.
También pudiera ser la herramienta de un oficio antiguo, una cerámica, un cenicero, un libro, cartas postales, documentos diversos, el banderín o el cartel que anunciaba una fiesta; en fin un montón de cosas, algunas de poca importancia pero otras valiosas.
La placa que se retira de una calle, una película de Super 8 del pueblo nevado o de un encierro, unas diapositivas, una hoja parroquial, la propaganda curiosa de un comercio, la propaganda de mano de una antigua corrida de toros o de una película que daba el cine, un disco de música original (como aquél donde se grabó la canción de los hermanos Fernández “Mís dos Cariños”, canción que pronto reproduciremos en este blog), la caricatura de un personaje popular, trabajos interesantes sobre algún aspecto municipal realizado por los alumnos del instituto.
Seguro que un buen número de personas
tenían en sus casas algo similar a lo mencionado o a lo que no se nos ha
ocurrido enunciar, pero en su día no supieron que hacer con ello, ni a quién
acudir ni a donde para entregarlo y que se conservara y el objeto en sí termino
en la basura o regalado sin mucha convicción.
Ojala hubiese existido ese “cementerio de reliquias” y hoy tenerlo operativo, con todo bien ordenado en vitrinas. Los interesados podrían visitar ese centro activando culturalmente su valor y apreciando el nombre de quienes donaron cada cosa y así también recordar a esas personas con su justo reconocimiento.
Hace pocos días nos enteramos de la triste noticia de la muerte de Manolo Secunza, el tornero; el artesano de la madera, que elaboró durante 50 años en su pequeño taller de la calle del Progreso, bolos y bolas para jugar tanto a la palma como al pasabolo. Así mismo se dedicó a confeccionar balaustres y otros trabajos de carpintería. Y regentó las boleras y el bar de la Nogalera. Época aquella, de tanta animación y de un trabajo bien hecho, tanto regentando las partidas de bolos como asando sardinas y chuletas; y también sirviendo albillos.
Manolo cerró la puerta de su taller hará unos 20 años, ojala entonces se hubiera podido trasladar físicamente aquel reducido espacio, a un lugar apropiado donde venideras generaciones lo conocieran.
Visitando algunos museos y centros de interpretación, mejor o peor planteados, me imagino un rincón para Manolo, su torno y sus bolos, bolas y balaustres de balcones típicos de Ampuero. Pero sobre todo “el mundo de los bolos”.
Bien lo dijo Mann Sierra en 1972: “El tiempo parece retenido, entre aquellas cuatro paredes. El olor a madera es como el perfume dejado en el ambiente, por años de trabajo ininterrumpido, en el mismo oficio artesano trasmitido de padres a hijos”.
Aquellas cuatro paredes, claro que no podían salvarse pero sí su espíritu y ser representadas casi igual, en un espacio museístico, con el mismo suelo lleno de la viruta característica, los carteles y fotografías que Manolo colocó en su taller, etc.
Lo que faltaba bien se hubiera podido suplir con paneles informativos.
Y si también imaginamos el estudio de fotografía de Teresa Marugán, tal vez en su día se hubiera podido quedar en Ampuero de existir ese lugar adecuado para conservarlo y que la gente lo pudiese visitar. Sin embargo sus valiosas máquinas de retratar y sus muchos accesorios viajaron hacia museos de ciudades europeas, no se muy bien porque razón pero así fue.
Como en todos los pueblos lo perdido ha sido mucho.
Hay testimonios orales de que cajas enteras de negativos y fotografías de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, pertenecientes a un popular fotógrafo ampuerense fueron arrojadas al río, porque entonces las fotografías antiguas no se valoraban.
Hoy sí, pero hay que recopilarlas, agruparlas, clasificarlas, digitalizarlas… y luego conservarlas en su merecido espacio.
También deberían estar conservadas todas aquellas imágenes en color que se presentaron a los concursos de fotografía organizados por el Ayuntamiento en sucesivos años.
Un material excelente, que como ya se señalaba en las bases del concurso, quedaban luego a disposición de cualquier persona que las quisiera usar para publicarlas en cualquier medio, siempre que tuviera la finalidad de promocionar nuestro pueblo y siempre por supuesto mencionando a su autor.
Es necesario contar con ese lugar concreto municipal y cuanto antes mejor para almacenar de manera correcta tanta cantidad de fotografías y de objetos que a lo mejor aún es posible reunir.
La torre de la Bárcena pudiera ser el lugar idóneo, no utilizada para este fin en su totalidad, claro está, sino simplemente una de sus plantas. Y si nombro el palacio de los Espina es porque se me ha ocurrido primero pero también hay otros enclaves.
Existen en el Archivo Municipal algunos documentos de interés, planos, libros que también podrían estar expuestos en este hipotético museo o archivo, cuya entrada en un principio sería libre solicitándolo por anticipado y quien sabe si algún día podría abrir sus puertas de modo más continuado.
En fin, dejo estas reflexiones para quienes
quieran leerlas y meditarlas, a mí hoy me daban vueltas a la cabeza y he tenido
la necesidad de escribirlas.
Estoy de acuerdo con la reflexión. ¿Se podrá hacer algún día una cosa así? ¿Llegará un momento en el que Ampuero siga pensando en pasado? Quizás ya sea ese momento. El futuro es bastante oscuro para un pueblo en el que se pierde la esperanza de revivir lo que antaño fue. No veo por ninguna parte iniciativas, ni siquiera interés por hacer cosas. Una pena. Buen trabajo el del blog, un saludo.
ResponderEliminarEl futuro es nuestro refugio ante la feroz competencia de nuestros antepasados (cita)
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