Las Fuentes de las Ranas
Vamos a tratar de responder a
nuestro amigo Fernando Haro sobre el origen de la Fuente de la Rana. Poco
sabemos pero al exponer algunas cuestiones relacionadas con ello puede darse algo de luz al respecto.
Consta en el libro “Ampuero:
Una Aproximación a su Archivo Municipal” una referencia a las fuentes de la
localidad.
A un tal Leoncio Solana
encargaban en 1888 la vigilancia de las fuentes de esta Villa con la cantidad
de 148 pesetas. Se comprometía a inspeccionar las mismas y limpiar sus
depósitos, pintar una vez al año de
pintura verde las ranas y pilastra del centro de la fuente de la Plaza y
los pilares de las otras dos fuentes restantes…
Es decir que en 1888 no
existía una única Fuente de la Rana sino al menos dos, quién sabe si tres. Hoy
la que conocemos está situada junto a la entrada del Puente Pequeño.
En el libro “Ampuero: Raíces
Festivas” se recoge una fotografía de enorme interés obtenida gracias a Pepe
Ángel Martínez. En ella se ve otra Fuente de la Rana, idéntica a la que hoy
conocemos,
y se encuentra situada frente a la Confitería
La Ideal, hoy podríamos decir para quienes no conocieron dicho establecimiento
que la fuente estaba colocada muy próxima a la actual parada de autobuses.
Varias fuentes iguales,
situadas en los límites del casco urbano, tal vez significaron en su día una
especie de escudo protector frente a las epidemias propagadas por los
mosquitos.
Escribió el periodista Rafael
Bedia en un reportaje de la revista “De Laredu Lin” que la rana está realizada
con el más mínimo detalle. “Mirando con atención al anfibio, de aproximadamente
medio metro de altura, es incuestionable que quien hizo los moldes era un
verdadero artista y un experto conocedor tanto de la anatomía de las ranas que
circundaban el pueblo como de sus costumbres”.
“Se trata de una rana
ridibunda, más conocida como rana verde común, pobladora de charcas y regatos y
cantora noche y día hasta la hartura. La actitud agresiva que presenta la rana del puente
(tenemos que imaginarnos que el chorro de agua salía de la boca del anfibio,
como imitando la lengua en actitud de caza)”.
En Ampuero, hay una calle
llamada de Cantarranas y también se llamó así, aunque es menos conocido, a la
recta de salida del pueblo en dirección a Limpias. No cabe duda que eran
terrenos húmedos que en las crecidas de los ríos se encharcaban durante días,
los mosquitos poblaban el aire del municipio propagando en ocasiones
enfermedades como la cólera y la viruela. En el mismo libro antes mencionado
“Ampuero: Una Aproximación a su Archivo Municipal” hay constataciones
históricas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX de la suspensión de
ferias y mercados ante el temor al contagio de enfermedades.
Luego entonces la teoría de
Rafael Bedia es bien lógica y sencilla.
“Un pueblo lleno de mosquitos
se une al miedo a enfermedades terribles y mortíferas y nos da como resultado
la superstición y la fe en la protección que puede proporcionar frente a los
mosquitos, posibles propagadores de las enfermedades, una rana de proporciones
ciclópeas a los múltiples ojos de los insectos y aún a los nuestros. Tal vez
fuera esta también otra de las causas del olvido de estas ranas, la mejora de
la calidad de vida y de las condiciones sanitarias, así como la idea general de
que lo que ya no es útil, se tira”.
Vamos que las ranas podrían
haber sido algo semejante al San Roque que se encontraba junto al antiguo
colegio de las monjas colocado en una urna de cristal hasta que lo robaron una
noche. Al pasar por allí mucha gente decía persignándose: “San Roque, San
Roque, si llega la peste que no nos toque”.
Bueno, al fin y al cabo lo de
las ranas es sólo una teoría posible.
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