jueves, 31 de octubre de 2013

Reportaje sobre Manolo Secunza

Continuando una tradición familiar

 MANUEL SECUNZA, EL ÚNICO ARTESANO DEL PASABOLO.

 Lourdes Aedo. (El Correo Español – El Pueblo Vasco)

8 mayo de 1983

                    El artesano en su taller, con algunas piezas ya terminadas.
     Manuel Secunza, a sus 56 años de edad, es el único artesano que aún se dedica a la confección de bolas con una llave o agarradera exclusiva, como base principal de su arte. De la mano de su padre, cuando solamente tenía 11 años, comenzó el aprendizaje de una profesión, ahora prácticamente extinguida, aunque desde siempre había visto trabajar a su abuelo.
     Una tradición familiar que se conserva gracias al esfuerzo de Manuel, pues a lo largo de todo el año se dedica exclusivamente a “crear” los utensilios necesarios para uno de los juegos más antiguos de la zona norte : los bolos.
     “Realizo bolas y bolos para todas las modalidades como son el bolo-palma y el bolo burgalés, pero sin duda las bolas más apreciadas por los jugadores son las que se utilizan en el pasabolo, ya que confecciono a mano la llave, agarradera que, según sus afirmaciones, mejor se adapta a este juego”.
     En un pequeño taller, situado en el corazón de Ampuero (Santander) rodeado de madera y con unas pocas herramientas, Manuel Secunza realiza su trabajo día a día. “Este taller tiene más de cien años y aquí, primero mi abuelo, después mi padre y ahora yo, hemos mantenido vivo un trabajo totalmente artesano, porque aunque hoy en día hacer la bola redonda es fácil con la nueva tecnología, la llave se tiene que realizar a mano. Algunas personas me traen la bola y yo tengo que hacer la agarradera”.
 
 
Manuel Secunza comenzó a aprender de su padre cuando sólo tenía 11 años.

     Para la confección de la bola y bolos se utiliza fundamentalmente madera de acerón y manzano, “la madera de acerón es muy buena para este trabajo, aunque a veces no alcanza el peso ideal, por lo que se suele inyectar plomo para conseguir los siete kilos necesarios para el juego del pasabolo. Por otra parte, los bolos han cambiado mucho a lo largo de los años, poco a poco se han ido perfeccionando, antes eran bolos de corona y ahora son iguales por ambos lados. También el tablón y la chapa donde se sujetan se han perfeccionado”.
     El trabajo totalmente manual comienza cuando Manuel coloca en el torno un tronco de madera y a medida que éste gira y una vez sujetado y centrado con diferentes herramientas va dando forma redondeada a ese tronco antes cilíndrico. Poco a poco, la madera se convierte en una bola completamente redonda, después y a mano realiza la popular llave. Este trabajo dura aproximadamente una hora y media.
300 bolas y 15.000 bolos a la temporada
     Manuel realiza prácticamente todo el trabajo por encargo, la provincia más consumidora de su artesanía es Vizcaya y dentro de esta la zona de las Encartaciones. Hace dos años también recibía encargos de México, Chile y Argentina y ahora abastece a Burgos, Santander y Madrid.
     “El deporte del pasabolo es uno de los más antiguos de Vizcaya y de la zona encartada, aunque en toda la zona norte ha tenido mucho auge. Los pueblos de Galdames, Carranza y Zalla mantienen equipos de gran categoría”. Nos comentaba el cestero de Zalla, que es natural de Ampuero y como gran aficionado al pasabolo conoce a Manuel Secunza.
     “Cada temporada realizo unas 300 bolas, de seis a siete kilos de peso y 15.000 bolos de 250 gramos. El precio de una bola de pasabolo es de 1700 pesetas y los bolos cuestan 35 pesetas cada uno. Hay temporadas en las que escasea la madera y resulta muy difícil conseguir unos troncos adecuados para la confección de las bolas. Me abastecen principalmente de madera del valle de Soba en el que abunda el acerón”.
     “Hoy en día, algunas personas han comenzado a dedicarse a esta labor artesana y fabrican bolas y bolos para este juego, pero creo que las bolas para el pasabolo soy el único que las realiza. Mi padre y mi abuelo, que eran expertos en este arte, me enseñaron todo lo que sé y hoy por hoy nadie ha conseguido imitar mi llave”.
     Manuel Secunza, como buen conocedor de la madera, conserva los troncos en el taller un año desde que la compra, para que así esté seca y adquiera mayor peso, luego la sierra y la prepara para comenzar su trabajo en el torno.

Agradecemos a Chelis Paz que nos haya proporcionado este reportaje.

 

 

 

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