EL TERCER PÁJARO CAÍDO. (Un relato basado en hechos reales).
Aporreó la puerta de manera brusca, sabíamos
que era nuestra vecina, porque la oímos entrar en el portal y subir las
escaleras como todas las noches al filo de las nueve.
Cuando abrimos la puerta mi padre y
yo contemplamos su rostro desencajado. - ¡Qué desgracia, qué desgracia tan
enorme! - exclamó la anciana apesadumbrada.
-¿Qué ha sucedido?- preguntó mi padre
preocupado.
- Pues una desgracia muy grande, me
lo han contado esta noche en el café.(Se refería al Boulevard de Nene Ugarte donde ella y sus amigas se reunían a pasar la tarde cotilleando y jugando a la brisca).
De nuevo la preguntamos qué era lo
que pasó .
- Pues ha sido gorda, ya lo creo, una
desgracia.
- Pero ¿ qué ha pasado?- gritamos los dos al tiempo desesperados.
Guardó silencio, apreciamos en ella mucha
confusión y malestar y por fin, exclamó con cierto aire de genio - ¡No me
acuerdo!
Se dio la vuelta y siguió subiendo
los peldaños no sin antes girarse para decirnos de nuevo.
- Pero ha sido un drama.
Al día siguiente nada averiguamos, no
escuchamos comentarios referentes a algún tipo de suceso trágico ocurrido en el
pueblo y el asunto se nos fue de la cabeza.
Pero aquella misma noche nuestra
vecina recordó lo que nos quiso contar y cuando llegó al descansillo del primer
piso golpeó el picaporte con desesperación .
- El cura, que se cayó en
la plaza y no podía levantarse.
Días después mi amigo José me contó el
episodio con detalle, él lo vio todo desde su quiosco de periódicos.
Era sábado y había mercado y el cura
pisó residuos de hojas de lechuga, resbaló y cayó al suelo cual largo era.
Varias mujeres trataron de levantarlo tirando de sus brazos pero no lo
consiguieron, se arremolinó mucha gente en torno al párroco caído, algunos
pensaron que igual se había roto la cadera, pero no fue nada grave, sólo una
pequeña contusión donde la espalda pierde su noble nombre y la sotana manchada.
Lo levantaron al final entre cinco o seis hombres y lo dejaron un rato sentado al
sol en un banco de la plaza, algunas mujeres lo daban aire con las manos y
ánimos para ponerse en pie y para que retomara el vuelo.
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