lunes, 24 de marzo de 2014

Manuel Vélez Hierro


HISTORIA DE DON MANUEL VÉLEZ HIERRO DE LA INFANTA,

 CONTADA POR SU TATARANIETA  Mª CARMEN LÓPEZ GARCÍA.

 AMPUERO

 Manuel Vélez Hierro, fue Corregidor Mayor de Cantabria.
Estando Alfonso Rivas de Diputado encontró numerosos escritos en la Diputación Regional y me trajo un breve fragmento de uno que se titulaba: “La Donación de las Doncellas”, que guardé tanto que no soy capaz de encontrar.
Pero hace unos años asistí a una exposición en  la Casa de Cultura y me fijé en un escrito sobre los molinos harineros, pues mi abuela materna tuvo uno en Limpias que se llamaba “El Parral”.
Y estaba expuesta una rueda de ese molino, que se quemó hace unos años, y vi  un escrito que rápidamente reconocí, y como tal, se lo hice saber a un profesor del instituto de Ampuero que vive en una casa de Collado y para confirmar que se trataba de la letra de mi antepasado le llevé el que tenía yo, y reconoció que era de la misma persona, mi tatarabuelo.
Mi tatarabuelo, tenía numerosas fincas en Logroño y Burgos, de las que era propietario y en algunas criaba caballos para el ejército.

 En Cerbiago tenía su casa, justo enfrente de la puerta principal de la iglesia, esta casa poseía un escudo bastante importante, pero que yo recuerde, este escudo estaba tirado en el suelo delante de la casa, junto con un trozo de pared, y al final no se que se hizo de él. En esta casa vivió Esteban Vélez, hijo menor de Manuel, quien fue padre de Esteban Larrauri. En la parte trasera de la casa había un trozo de finca, que se cultivaba como huerta, y casi pegando a la casa había un naranjo, que hasta hace pocos años existía.
En Ampuero, donde está la actual Caixa, había una casa y detrás un garaje, que por circunstancias de la vida, dicha casa después perteneció a una tía de mi abuelo o sea una hija de don Manuel.
En el transcurso de la guerra carlista, en dicho garaje se celebró un baile, era de gente del pueblo, pero fueron invitados soldados. A este baile asistió tío Jeromo, un ampuerense que tenía gran aprecio a mi tatarabuelo y oyó una conversación entre los soldados que decía que iban a subir a casa de Manuel Vélez, y que si encontraban lo que buscaban, esa misma noche, sería fusilado en la plaza de Ampuero.
Entonces tío Jeromo se salió del baile con mucha cautela y se subió a Cerbiago a través de los prados, y llegó a casa de don Manuel y le dijo que tenía que destruir el retrato del Rey que poseía, y mi tatarabuelo se negaba, quería esconderlo debajo de las losas de la cocina; pero al final tío Jeromo, que sabía toda la gravedad que existía, logró convercerle, y quemaron el retrato.
Estaban recogiendo las cenizas, y llamaron a la puerta eran los soldados y tio Jeromo, se bajó por una ventana al naranjo, y desde allí emprendió viaje a Ampuero.
No encontraron el retrato y por lo tanto no pudieron acusarle de nada.

 Otro día, don Manuel estaba asomado en su puerta de entrada, que como muchas antiguas, tenía dos hojas, partidas por la mitad y tenía consigo una perra que se llamaba “Leona”, muy querida por él, tengo entendido que era una pastor alemán, y los soldados hicieron amago de apuntar a la perra con su fusil, y don Manuel les dijo: “Quien amenaza a la perra, amenaza al amo”. Y ellos contestaron que por menos a otros habían llevado presos.
Ya, al final, y sin motivo aparente, don Manuel fue acusado, y tengo entendido que fue llevado al penal de Santoña.
Allí, pasaban en una barca desde Laredo, ya que entonces no estaban construidos los puentes; bien la mujer o bien mi bisabuela que se llamaba Juana, le llevaban la comida, bien garbanzos, pongamos como ejemplo, y en la parte de debajo del puchero, le llevaban las cartas que le llegaban desde Logroño o Burgos, y él hacía lo mismo mandaba las suyas por el mismo procedimiento.
Esperando su condena, allí pasaba día tras día. Hasta que un buen día dijeron: Don Manuel Vélez Hierro, que salga al patio como esté, él pensaba que le iban a matar al llegar al patio, en calzoncillos, pues no lo dejaron vestirse, oyó como decían: Queda usted libre de todos los cargos que se le imputaban, queda en libertad y se puede ir a su casa.

A partir de ahí, mi tatarabuelo que era inmensamente rico, donó a los carlistas parte de sus propiedades y caballos y la familia se quedó sin nada.
Comenta mi padre, que subía a su casa de Cerbiago por terreno propio desde Ampuero por los prados y se veían entonces cantidad de cerezos en flor.
Esa casa fue dada en herencia a una prima de mi abuelo que se llamaba Ernesta, y esta la vendió a una cuñada, que era viuda de Carlos García, el dueño de la casa de se ubicaba la ferretería de Isaías.
Más tarde la compró Cortejoso, un médico y la reformó totalmente. Actualmente no se a quien pertenece”.


                                         La Casa de Manuel Vélez en Cerbiago
 

 

 

 

 

 

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