El paseo de la presa tiene un piso de pizarra que se encuentra cada vez
más desquebrajado, en su día resultó una atractiva opción estética pero este
tipo de suelo requiere mantenimiento y es ahí cuando la cosa se complica, sobre
todo en los tiempos que corren. A lo largo del paseo bancos quedan pocos o ninguno. Los gamberros los han
destrozado, ¿no sería más conveniente en adelante poner asientos y mesas de
piedra?, algo así como los atrancos o los que hay en el robledal de la
Aparecida. La jarcia nocturna si quiere que de cabezazos contra ellos.
En el pasado pleno municipal, en el apartado de ruegos, el concejal
Salvador Sarabia manifestó su inquietud por el estado en el que se encuentra el
entorno de la presa, sobre todo en la parte de los columpios. Solicitó que se
buscase algún tipo de subvención porque es una zona bonita que considera
prioritaria para proyectar el turismo.
Creo recordar que fue el concejal socialista, Agustín Gutiérrez, quien
dijo algo así como: “Dame cien mil euros y yo te hago un parque que viene a
verlo media España”. Lo curioso es que aún sigue plantado el cartel del
Gobierno Regional de la pasada obra que se realizó en la presa, no hará
demasiados años. Y no fueron cien mil sino trescientos setenta mil euros lo
que costó. En los terrenos de la presa da la impresión, a lo largo de
diferentes etapas, que no se ha acertado en su urbanización, que no se han
tocado las teclas oportunas y que poco a poco su espacio va
a terminar comido por el cemento y los coches.
En ocasiones no se trata
únicamente de dinero sino reunir sentido común y un poco
de ingenio.
Es una buena idea, si señor.
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