Liano
Sarabia fue el primero que vio los lobos cuando salió en dirección a la
relojería con el fin de comentar con Santi el concierto de piano que ofreció en
el Café Pereda la gran Ceferina Reina.
Al salir del bar varias sombras cruzaron
repentinamente ante sus ojos. Al principio creyó que se trataba de unos
perros y en la oscuridad de la calle apenas distinguió sus siluetas avanzando
por la carretera hasta detenerse en la puerta de la guardería “Cachitos” donde
se arremolinaron junto a la pared.
Liano apreció que eran animales de gran
tamaño y que uno de ellos se giró bruscamente, estiró su cuello y permitió que
contemplara con más detalle su fisonomía salvaje; el color pardo de su pelaje y
sobre todo su boca que se entreabrió emitiendo un ligero gruñido que dejó bien
a la vista sus puntiagudos colmillos y sus aviesas intenciones.
Quiso correr, entrar lo antes posible en
la relojería pero quedó como hipnotizado por aquella mirada feroz y
sanguinaria. Tardó en recuperar el control sobre sí mismo y sus ideas, puesto
que le asaltó de forma caprichosa la sensación de estar soñando o que sus ojos
le engañaban ya que lo que tenía ante su vista no era posible bajo ninguna
concepción lógica, eran las siete de la tarde y se encontraba en Ampuero, en
medio de la calle del Comercio, no en el páramo de Masa.
De lo que sí fue consciente, porque ahora
la bestia al avanzar hacia él se iluminó mejor con las luces de la
relojería, es que no se trataba de un pastor alemán u otra raza de perro, era
un lobo cuya envergadura crecía por momentos al erizársele el pelo del lomo.
Estaba a punto de atacar y el sentido común obligaba a Liano a tomar una
decisión urgente, ya no contaba con mucho margen de tiempo. Miró a su
alrededor, no pasaba ningún coche, no se veía a ninguna persona calle arriba o
calle abajo. El momento era crítico, la esperanza de salvarse del ataque pendía
de un hilo extremadamente fino. Liano pensó que sin duda las fauces de la
alimaña buscarían su cuello o abdomen con el fin de infringir el mayor daño y
lo que era peor al ataque se unirían sus compañeros. Intuyó el instante
en el que el lobo emprendía la acometida y en un alarde atlético logró salvar
la dentellada y se introdujo con destreza de un salto en la relojería.
Santi cambiaba la correa al reloj de
Zarita cuando Liano entró en la tienda del modo más precipitado que uno hubiese
podido imaginar.
- ¡Lobos, lobos en la calle!- gritó.
Zarita y Santi se estremecieron del
sobresalto y poco después rieron la ocurrencia.
- Suena raro pero ahí
afuera hay lobos hambrientos, dos o tres al menos, me he librado de milagro.
- Si, yo también los he visto antes junto a un oso polar- dijo Santi.
- ¡Pero Liano, qué cosas nos dices!
-dijo Zarita- ¿Quieres meternos miedo?
Liano lanzó un hondo suspiro evidenciando
que se tomaba la cosa en serio y repitió agitando la cabeza y sus manos,
tratando con ello de recalcar sus palabras:
- ¡Hay lobos ahí
afuera, debemos dar aviso a las autoridades!
Santi
observó a su amigo con detalle y empezó a creer que tal vez decía algo de verdad
porque se estaba comportando de un modo distinto a lo habitual y se apreciaba
en él una gran excitación.
-¿No habrán sido perros lo que has visto?
piensa que es fácil confundirlos en la oscuridad.
- No, eran lobos, lo puedes comprobar si
quieres asomándote a la puerta.
- ¿Pero cómo han podido llegar hasta aquí?
- se sorprendió Zarita, costándola dar crédito a semejante acontecimiento.
- Qué se yo, será una manada hambrienta que
ha bajado de las Nieves, pero os aseguro que son “lupus ibericus” y están ahí
mismo- insistió Liano en un tono que ya obligaba a pensar que no mentía.
Santi marcó el número de emergencias y le
pasó a Liano el teléfono. – Es mejor que hables tú -. Mientras tanto se dirigió
al almacén y agarró la escoba y un paraguas por si las moscas.
- ¿Qué te han dicho? preguntó a
Liano, sorprendido de que ya hubiera terminado de hablar por teléfono.
- ¡Qué no los miremos a los ojos, porque
es como si les retáramos!
Santi entregó la escoba a Liano y él se
quedó con el paraguas. - Lo siento Zarita, no he encontrado nada para ti, mejor
quédate dentro de la tienda mientras nosotros salimos a averiguar lo que
sucede.
Abrieron la puerta y se asomaron a la
calle con mucha cautela.
- No se ve nada, tal vez
se hallan marchado- dijo Santi.
- Pueden estar
escondidos esperando una oportunidad para atacar – señaló Liano- cazan de
noche.
- Pues si deciden
lanzarse contra nosotros con estas armas en las manos nos costará mucho dominarlos-
dijo Santi.
- Si alcanzamos la ferretería
“La Cadena” conseguiremos mejor armamento- dijo Liano.
- ¡Ah, pobres
animales, no les hagáis daño! - pidió Zarita.
- ¡Tú métete para adentro y
no salgas! - ordenó Santi.
No sufrieron contratiempos en la incursión
y cuando Ángel vio entrar a los dos blandiendo el paraguas y la escoba con
caras exaltadas y argumentando que había lobos en la calle, tal vez ocultos
tras los coches aparcados en la plazoleta, pensó que aquel par de ellos se
encontraban bastante afectados por haberle dado al frasco.
A Santi le resultó luego un tanto
comprometido explicar a Ángel y a unas cuantas personas que fueron llegando al
lugar lo sucedido, de alguna forma pretendió desmarcarse de Liano, al fin y al
cabo él fue el único que había visto los lobos.
Liano recordó que había
dejado las puertas del bar abiertas de par en par y por ello se retiró,
pero aún con el corazón latiéndole como si hubiera corrido en los encierros.
-No ha ocurrido nada – indicó Ángel
guiñando el ojo a Enrique, el de Cantarranas- con la oscuridad que
reina en el pueblo es normal confundir
algún perro vagabundo con un lobo.
La extraña noticia sin embargo corrió como
la espuma, en la plaza, en los supermercados y sobre todo en los bares no se
hablaba de otra cosa. La calle del Comercio se encontró pronto abarrotada de
curiosos y en la Trastienda, el Bodegón y sobre todo en el Pereda no cabía un
alfiler. El tono general era de guasa pero también se podían contar los que
dieron crédito a la presencia de los lobos.
Emilio cerró la peluquería y con Yoli y
Chisco entraron al Pereda.
-
¡Liano, me he enterado que hoy servís tapa de lobo!- gritó Milio provocando la risa general.
- ¡Y creo que fue el relojero el que mató
al lobo de un paraguazo!- bromeó Chisco justo antes de que le sonara su móvil.
Con aquel griterío no podía escuchar bien y salió a la terraza. Era el obispo
que necesitaba concretar la fecha y la hora de la ceremonia en que iba a
nombrarle acólito en la iglesia de Ampuero. De improviso se giró de espaldas
como si un sexto sentido le avisara o le hubiese asaltado un inesperado
presentimiento, en ese instante los descubrió.
El macho alfa le estudió unos instantes
escudriñando el terreno y buscando la estrategia más apropiada para el
enfrentamiento. Chisco fue habilidoso y no se anduvo por las ramas, derribó una
mesa y arrojó su móvil al líder de la manada y en un santiamén alcanzó la
puerta de cristal del comedor que vio entreabierta, los otros lobos no tuvieron
oportunidad de cortarle el paso y aullaron de impotencia.
- ¡A mí no me pilláis,
malditas alimañas…!
- ¿Pero qué dices Francisco,
es que acaso has cambiado de idea?- se oyó la voz del obispo al otro lado del
teléfono.
El pánico se apoderó del pueblo y los
incidentes con los lobos se sucedieron de manera trágica, comenzaron a contarse
tantas historias que uno ya no podía fiarse de lo que era cierto o imaginado.
José Luís, el del Bodegón, contaba que
también los lobos habían entrado en la terraza de su bar y que una chica sufrió
la amputación de una mano de un mordisco, pero que no había que preocuparse
porque la habían metido en una caja con hielos y la trasladaron junto con
la herida al hospitalillo para que se la volvieran a coser.
Tino, el de la Aparecida, había oído
contar que en el paseo de la presa habían encontrado los cadáveres de dos
personas devoradas.
A Joserra los lobos le habían entrado en
el supermercado y le habían comido todos los chorizos que trajo de Villarcayo.
- Los lobos pueden tragar gran cantidad de comida sin masticar- señaló Antonio,
el juez de paz. - Pues menos mal que las morcillas las guardé en el
refrigerador- argumentó el hijo de Mon.
La Guardia Civil acordonó la calle pero en
un esfuerzo inútil porque no se conocía el radio de acción de la manada, se
movían en la oscuridad saltando por las tapias y las huertas como peces en el
agua. Los agentes con la colaboración
de la policía municipal trataron de neutralizar las partidas de vecinos que se
habían armado con escopetas de caza.
- Como les de por disparar se arma la de
San Quintín – apuntó el sargento, pero luego dado el cariz que tomaban los
acontecimientos no tuvo otro remedio que dejar a cada uno defenderse como
pudiera.
Chisco solicitó la autorización de don
Hilario para repartir entre los vecinos las antorchas que habían sobrado de la
procesión de setiembre para iluminar las calles y ahuyentar así a los lobos. Don Hilario sugirió si no sería también
oportuno sacar a la Virgen Niña por las calles como en tantos pueblos llevan a
cabo ofrendas cuando sufren calamidades. Ante los gestos de desaprobación de
cuantos lo escucharon, el párroco se apresuró a puntualizar: - ¡ La
réplica!, digo, la que pesa menos.
Iba a ser la noche más larga que
conociera Ampuero en toda su historia, nadie pudo dormir con el ir y venir de
las ambulancias y los coches de la guardia civil, los disparos, los gritos
espantosos de quienes caían en sus garras y lo peor de todo los aullidos que no
cesaban y que siempre se antojaban más cercanos.
Aquellas criaturas malignas crecían
en número y lentamente se fueron adueñando de todas las calles y las casas del
pueblo como si siguieran a cabo un plan preconcebido.
Continuamos con la publicación de los relatos que componen el libro: "Las angulas del Malvecino y otros cuentos" debido a la petición de algún que otro lector despistado y masoquista. También porque aquel volumen fue una edición limitada. Algunos relatos se publicaron con anterioridad en el blog pero se eliminaron y se reescribieron. Al fin y al cabo quien ya los haya leído no tiene más que "pasar hoja", además es gratis.
Yo también he visto un lobo por la calle, ¡y en pleno día! ¿o era un perro? Bueno, la cosa es que estaba que mordía y tenia los ojos inyectados en sangre, quizá había pasado una mala noche, no se...
ResponderEliminarLeyendo tu historia te voy a contar la sucedida la pasada primavera en el barrio El Camino (gran desconocido e independiente –no se sabe a que población pertenecemos por el abandono que sufrimos, los impuestos los recauda el Excelentísimo Ayuntamiento de Ampuero, para esto si se nos integra en el municipio).
ResponderEliminarContinuando con la historia que viene al caso, en nuestra casa al lado de la carretera general teníamos a “TIMOTEO“ un gallo pedrés de año y medio de edad, alrededor de 8 kg, con un plumaje espectacular y un canto a las seis de la mañana que no dejaba indiferente a ningún vecino.
El cual tras la convocatoria ordinaria de una reunión familiar las pasadas navidades saboreando aun pobre hermano de corral, se decidió por mayoría absoluta INDULTARLE (bueno no de por vida solo hasta otro acontecimiento culinario familiar con convocatoria extraordinaria).
Pero ese día no llegaba, quién si llego fue un zorr@ espectacular –mirada penetrante, fino hocico, cola larga y espesa- el cual arrebato la vida del pobre “Timoteo” cuando lo mato no le vimos, es más fue por la mañana (las noches las pasaba cerrado), encontramos el occiso despescuezado en una esquina del corral sin saber que había pasado, no había ninguna señal en todo el recinto del gallinero, de haber sufrido ningún ataque, pero paso y lo mejor de todo es que por la mañana le mato y por la noche vino a recoger el cadáver y se lo llevo, sin dejar ni plumas para el recuerdo.
En las noches sucesivas fuimos conscientes de que merodeaba por la zona, ladraban los perros, le vimos enfrente de la casa, mirando fijamente, sin inmutarse de que subiésemos o bajásemos por la escalera, es uno más del barrio y conocido por más vecinos…
Conclusión, no somos del centro de Ampuero pero tampoco de las altas montañas, y por aquí anda el Zorro, ¿quién le quita de pasearse por la Recta y llegar hasta Ampuero?... Entonces igual se tomaba medidas…
Un vecin@ de El Caleruco-Barrio El Camino (Ampuero)NMR
Hola, nose si será cierto o no, pero ahora que veo esto, hace unos meses recuerdo que me dijeron que se vio un ejemplar de Lobo en el camino que entra a la orilla del río, por la recta de Ampuero. Según lo dicho, apareció una oveja "depredada" en (La Cobetilla) y fue uno de los que en días posteriores se abatieron por los cotos de Rasines, e incluso llegaban asta las puertas de las casas en GURIEZO, (y esto salió publicado en El Diario Montañés)
ResponderEliminarSi que es cierto que no hay una prueba que demuestre que estubo por dicha parte de Ampuero, pero tampoco las hay para desmentirlo.
Simplemente hay por lo menos 2 testigos