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LA OPORTUNIDAD PERDIDA
Cuando don Mauricio comprobó que el terremoto
apenas causó daños en su vivienda y en la funeraria, se frotó las manos porque
el temblor fue de envergadura, de los que marcan época e imaginó que daría
salida al abundante stock de ataúdes importados de China que abarrotaban su
almacén. Pensó con vehemencia que pronto iba a callar muchas bocas, las de
todos aquellos que lo criticaron y se burlaron de él en el puerto cuando
desembarcó las cajas fúnebres. Todos pensaron que se había vuelto loco al
adquirir un número tan excesivo de sarcófagos.
- ¡Cómo si yo no supiera dirigir mi negocio! - se dijo envalentonado.
- ¡Cómo si yo no supiera dirigir mi negocio! - se dijo envalentonado.
Don
Mauricio corrió a cambiar las etiquetas de los precios aumentándolos un treinta
por ciento y luego bajó al sótano para abrillantar las cajas de cedro por si
recibía algún encargo especial. Todo en vano, ya que la réplica resultó devastadora
y media calle incluyendo su casa se vino abajo como un castillo de naipes.
Del libro "Las Angulas del Malvecino y otros cuentos".
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