Las lluvias torrenciales que cayeron en
la comarca, como no se habían conocido, convirtieron el pequeño riachuelo que
atraviesa Hoz de Marrón en un arroyo formidable. Al introducirse en la Cueva
Honda, en las mismas entrañas de la Sierra de Breñas, inundó galerías
subterráneas a las que nunca alcanzaba el agua. Pocos días después de aquella inundación
en lo más profundo de la caverna la bestia despertó de su letargo y lentamente
con movimientos parsimoniosos abandonó su prehistórico cubil.
La primera noche que el animal
salió al exterior sació un hambre de siglos tras olfatear un rebaño de ovejas
pastando. Dos semanas después, ya entrado el mes de julio, se hallaron junto al
monolito de la octava estación del vía crucis los restos óseos de una
vaca devorada durante la noche. No tardaron en propagarse un sinfín de
extravagancias y los hechos se difundieron con notoriedad en distintas cadenas
de televisión. Iker Jiménez llegó a afirmar con rotundidad en su programa
“Cuarto Milenio” que nos encontrábamos sin duda ante un nuevo caso del
“chupa cabras”.
La versión de las autoridades,
no convencía, se limitaba a culpar de los hechos a una pareja de lobos
desplazada de su hábitat. Fue el sábado 15 de julio cuando se destapó el tarro
de las esencias. De madrugada dos jóvenes muchachas del Opus Dei subían
tranquilamente por la carretera rezando el rosario cuando el monstruo las atacó
en las inmediaciones del Santuario de la Bien Aparecida. Lograron escapar de la
bestia corriendo en dirección a la iglesia y refugiándose en su interior,
aunque una de ellas, con la ropa hecha jirones
sufrió desgarros en una de sus piernas. El doctor Mariano
tuvo que subir a atenderla porque la chica por nada del mundo se atrevía a
salir del templo. El padre Arteche las preparó una reconfortante infusión a la
que añadió unas gotas de licor de San Iñaki.
Mariano llegó pálido y tembloroso al santuario,
en la carretera se había tropezado con el animal y según el médico de Valle lo
había atropellado.
-No pude hacer nada por
evitarlo, se me echó encima… aún quedan restos de esa criatura en el parabrisas
de mi coche- manifestó consternado. El padre Arteche regresó a la cocina del
convento en busca de otra infusión.
Miguel Ángel Cobo y Abascal, el de Limpias,
fueron los siguientes en verla cuando subían a jugar al frontón. En
aquellos instantes la bestia trataba de engullir una ternera pero el ganadero
la defendió heroicamente clavando su trincha una y otra vez sobre la panza
acorazada del monstruo.
La noticia corrió como la espuma. A lo largo de la mañana todo fue desconcierto, un ir y venir de gente, coches aparcados de cualquier forma en las cunetas o en mitad de la carretera; una frenética actividad en la Bien Aparecida que adquiría mayor convocatoria y excitación según pasaban las horas; a la una de la tarde había casi más ampuerenses en la campa del Santuario que el día de San Mateo y en cada uno de los rostros presentes se dibujaban, a partes iguales, idénticos rasgos de estupor y entusiasmo.
Alejandro Botejara, empresario
hostelero de Villasana de Mena y dudosa reputación, que había alquilado a los
trinitarios el Restaurante Somahoz, se frotaba las manos ante la coincidencia
aquel sábado de tal formidable acontecimiento y la inauguración de su nuevo
negocio.
No todos cuantos se acercaron hasta
allí tuvieron oportunidad de ver a la criatura. Agustín, el alcalde pedáneo,
ordenó cubrirla con lonas de las de empaquetar hierba e introducirla con
el permiso de Nacho dentro del edificio de las antiguas escuelas. Agustín
se sintió atosigado por la aglomeración de curiosos que sin recato alguno y
superado el espanto inicial comenzaron a manosear el caparazón del animal y
travesear con sus extraordinarias pinzas, niños sobre todo que correteaban por
el robledal como si estuviesen en un patio de recreo.
-Sí, tápalo mejor- le sugirió
Fonso, el policía- no vaya a abrir la boca de nuevo y nos dé un disgusto. Una
docena de hombres se encargaron de arrastrarlo y meterlo en la planta baja de
la casa. Esta circunstancia, la de que muchas personas no pudieran ver al
animal, alentó aún más si cabe la confusión, enarboló ánimos y provocó un
torrente de especulaciones y descripciones fantásticas que sorprendentemente
quienes sí lo habían visto no se esforzaban en desmentir.
-Tiene dos cabezas con bocas diminutas pero
dotadas con filas de dientes apretados y afilados como cuchillos- señaló José
Luís Aparicio.
Esther, la taxista, aseguró que tenía
multitud de patas peludas y cortas que concluían en garras que semejaban
garfios, las cuales usaba con fiereza desgarrando todo cuanto se le ponía por
delante; y añadió, que si lo habían ocultado era porque aún permanecía con vida
y podía atacar a quien se acercara más de la cuenta.
Cuando lo vio,
Policarpio, el de Rubía, un parroquiano que vivía en una cabaña encaramada en
la montaña, se persignó entre sollozos y luego se apresuró a correr hacia la
iglesia. Este proceder no podía extrañar a nadie ya que la cabeza del anciano
comenzaba a parecer un nido lleno de pájaros y con frecuencia aseguraba haber
visto al diablo merodeando por los alrededores del santuario.
Un señor de baja estatura que llevaba una
enorme chapela proclamó para asombro de todos los congregados y sin la menor
vacilación que se trataba de una araña gigante y que él ya había visto muchas
parecidas en Bilbao.
- Sí, a la puerta del Guggenheim…
¡no te jode! – replicó Aurelio Juárez, causando la risa de los presentes.
- Es del tamaño de un caballo y
tiene los ojos verdes y relucientes como esmeraldas- precisaba una forastera
dentro del avivado corrillo que se formó en la campa del santuario.
Y una niña con el pelo enmarañado que
vestía un traje de flores exclamó con expresión apacible que era un cangrejo
gigante de color pistacho.
En el bar Solana no daban abasto para atender a toda aquella clientela alborotada que se dio cita de modo tan inesperado. Milio, el peluquero, su cuñado Jesús y Santi entraron en el local sin terminar de dar crédito a lo que sus ojos contemplaron en las escuelas. Inmaculada los vio enseguida y pronto se dirigió hacia ellos.
-¡Seguro
que habréis hecho más de una foto para subirla a "la Fuente de la
Rana"!
- Alguna que otra- dijo Santi. - Pues aunque no os lo creáis yo no lo he
visto, así que desembuchar y decirme con franqueza ¿qué diantres de bicho
es ese que a todo el mundo trae de cabeza?
Santi
alzó los ojos y miró de frente a Inma con cierto aire dubitativo. – ¡Pues para
mí que es…!
- Un centollo – dijo con
autoridad Eloy, el pescadero, desde la otra orilla de la barra.
- ¿Pero cómo de grande?-
preguntó Inma acuciada por una emergente inquietud.
- Abierto de patas
llegará a medir entre diez y doce metros.
- ¡Santa Virgen de la
Aparecida!- exclamó Inma persignándose.
- ¡Oye Inma, sácanos unas
cervezas!- requirió Milio en voz alta- que estamos sedientos, pero dile a tu
hermano que le corte un pata al centollo y nos la ponga de tapa. El bar entero
rio la ocurrencia, reinaba la euforia porque con la captura del animal se
terminaba para los lugareños un periodo de zozobra mayor aún de la imaginada.
- ¡Ahí llegan, ahí llegan las autoridades! – gritó Pedro Deza,
desde la arboleda.
El sol horadaba sin escrúpulos
las escasas gasas blanquecinas que permanecían flotando en el aire y únicamente
bajo la sombra de los robles centenarios
se hallaba un poco de
misericordia. Agustín recibió con cordialidad al presidente Ignacio Diego, a
Patricio, el alcalde de Ampuero y a dos desconocidos con barba blanca, que
luego supo eran sabios de la Universidad.
- ¡Veamos ese animal tan extraordinario que
habéis capturado! – señaló Patricio.
Cuando Nacho lo destapó los
ojos de todos los presentes cobraron una nueva luz y como disparados por un
resorte comenzaron a girar en torno al animal estudiando con suma atención cada
uno de sus ángulos y apéndices.
- ¡Dios nos ampare! – exclamó
Diego conmovido hasta lo más íntimo.
- ¡Un buen pedazo de cangrejo!
¿Eh, presidente?- señaló Pedro Deza. –Se encuentra un poco abollado, pero
aún sirve para guisarlo y servirlo con
vinagreta. José Antonio,
el municipal, alejó a Pedro unos pasos ante un gesto del capitán de la Guardia
civil.
- ¿Qué opinan? – quiso saber
enseguida Diego.
- Qué es un artrópodo sin
duda, y por las características de su caparazón redondo y velloso- dijo uno de
los profesores mientras se dedicaba a examinarlo muy de cerca- su cola corta y
triangular, replegada bajo su vientre, cinco pares de patas… bueno falta la
mitad de una, las primeras dotadas con gruesas pinzas, no hay duda que pertenece
a la familia de los crustáceos. Si no fuera por su descomunal envergadura me
atrevería a asegurar que se trata de un centollo, pero nunca he leído que se
haya catalogado un ejemplar semejante. Mide- calculó dando unos pasos por la
sala – cerca de diez metros… ¡imaginad su peso!
- Como dijo ese señor: ¡un buen festín! – exclamó el presidente consensuando ahora las risas.
- Como dijo ese señor: ¡un buen festín! – exclamó el presidente consensuando ahora las risas.
- ¡Es el mayor cangrejo
de todos los tiempos! –señaló Patri con tono orgulloso.
- Hay que ir con tiento
– replicó uno de los sabios -. Existen más especies de cangrejos de las que
podamos imaginar, mayor variedad incluso que de aves vuelan. En millones de
años de evolución han sido capaces de conquistar todos los hábitats posibles;
desde las profundidades marinas a los desiertos y montañas. Algunos son tan
pequeños que no miden dos centímetros pero se han clasificado también en las
costas de China ejemplares gigantes.
- Entonces… ¿éste ha de ser un
cangrejo chino? – preguntó Agustín decepcionado.
- Es posible que se
trate de un cangrejo migrador que haya recorrido una enorme distancia hasta
llegar a nuestra costa o también pudiera ser y entra más en lo posible, que
estemos ante un espécimen autóctono que alguna anomalía haya conducido al
gigantismo. Debemos considerarlo ya en un principio – continuó el sabio
mientras recogía con unas pinzas muestras del animal - como un hallazgo poco común que dará mucho que hablar
a la ciencia.
- Aprecio signos evidentes de
mutación de animal marino a animal terrestre- indicó el segundo de los sabios
como si acabara de revelar un misterio de suma importancia- El estudio de
este espécimen puede trastocar el orden científico establecido- concluyó el
profesor.
Ignacio Diego se despidió del alcalde de Ampuero
indicándole que enviaría un vehículo de la Diputación para recogerlo.
-¿Sabes Patricio cuál podría ser un buen lugar para
exponerlo disecado?
- ¿El Acuario?
- No, el Centro Botín… todo un bombazo.
Alejandro Botejara consideró ya oportuno aparecer en escena.
- Quiero plantearos una
propuesta que sin duda aceptaréis- les dijo a Agustín y a sus acompañantes. El
Somahoz que abría sus puertas esa tarde después de tantos años cerrado fue el
lugar elegido por Botejara para negociar la compra del centollo. Su esposa se
quedó por la campa del santuario manifestando con aires altivos a todos con los
que se encontraba que esa noche habría fiesta y atracón de marisco en el
Somahoz.
- ¡Escuchazme! Vosotros ya
habéis tenido vuestra hora de gloria, mañana saldréis en las portadas de todos
los periódicos retratados con el cangrejo, de ese modo se promociona la Bien
Aparecida- expuso Botejara- todo eso está muy bien pero ¿qué más esperáis sacar
de él? Nos lo cenamos esta noche y punto, la gente es lo que desea y todos los
vecinos están invitados-. Las caras de Agustín y Nacho eran todo un poema. – No
olvidéis que ahora yo soy uno de los vuestros y en gesto solidario cubriré las
pérdidas del ganado y cualquier otra que ese cangrejo haya ocasionado a la Junta
Vecinal. Al fin y al cabo, ¿quién es el propietario del bicho?... ¿el gobierno?
¿el ayuntamiento? ya veréis como al final se quedan los curas con él- continuó
exponiendo Botejara.
- Yo considero que es vuestro
y el trato os lo propongo ahora y es la oferta más generosa, con este
calor el cangrejo comenzará a pudrirse y os obligarán a enterrarlo.
- Nos dijo el alcalde que vendrían a buscarlo- dijo Nacho, ya preocupado
de tener el muerto en casa.
- ¿Y qué os importa lo que diga?
Puede que venga algún listillo de la capital que no os va a dar ni las gracias
o que no venga nadie, os aseguro que os quito un peso de encima, ese centollo a
partir de ahora sólo es un quebradero de cabeza, el olor y las moscas no las
vas a sacar de la habitación en todo el verano.
En poco tiempo Botejara puso
en marcha su plan, una estrategia publicitaria que incluía grabar un videoclip
conteniendo imágenes de toda la jornada festiva que debía convertirse en lo más
visto y comentado en las redes sociales, para ello llamó a un viejo amigo que
tenía fama de tomar imágenes con gran calidad y no sólo de chicas en bikini.
- ¡Qué mejor propaganda para el nuevo
restaurante, utilizar las redes sociales!- se decía a sí mismo envalentonado.
Para el suculento banquete encargó como
condimentos básicos 200 kilos de patatas, 50 de cebolla roja, 40 litros de
aceite de oliva, además de pimientos verdes, zanahorias, ajos…
-Hay que condimentar el
cangrejo con mucha sal para que se beba y amorticemos lo invertido – le indicó
su esposa.
Botejara cursó invitaciones
al guiso a través de su Facebook por varias provincias. A ojo de buen cubero
calculó que se podían llegar a servir 500 raciones de la singular marmita,
aunque al mismo tiempo ideó una elaboración de platos más sofisticada. El de Villasana de Mena ya hacía tiempo que
se desvinculó de la empresa que gestionaba los clubs “Las Anjanas Traviesas”,
lo suyo ahora era la cocina, pero aún
mantenía amigos en la gerencia y se le vino a la cabeza solicitar un autobús
con animadoras con el fin de dar mayor vistosidad al banquete.
- Ya verás cómo pronto
recuperamos esta inversión- dijo a su esposa, que no vio con buenos ojos ni la
variación del menú ni el gasto de las Anjanas.
El alcalde de Ampuero ya estaba informado de
los hechos pero no pudo contactar con Ignacio Diego aunque sí con Blanca
Martínez, la consejera de ganadería y agricultura.
- Nacho esta tarde visita
Santillana del Mar junto al presidente de Venezuela e imagino que a estas horas
estén volando los dos en dirección a la Bien Aparecida- señaló Blanca- porque
Nicolás Maduro quería ver el cangrejo antes de regresar a Madrid.
- ¡Pues cuando puedas
contactar con ellos diles que se lo están comiendo con patatas!
Hervían los dos pisos del Somahoz de comensales enfervorizados que habían comido y bebido como en pocas ocasiones. Botejara, que mandó colgar farolillos de fiesta a lo largo de las escaleras y la fachada, vigilaba con atención todos los detalles del singular bufé, para que a nadie le faltara comida ni un trago ni cesara el ambiente de jolgorio.
Patri, acompañado de Susana
Gándara, del cura don Hilario y Chisco, únicamente pudieron llegar poco más
arriba del antiguo restaurante “El Caserío” y ante la imposibilidad de salvar
la caravana de vehículos que tenían delante optaron por aparcar el coche en la
cuneta y seguir a pie.
Botejara se superó a sí
mismo coordinando en la cocina la elaboración de canastas de hojaldre rellenas
de cangrejo; jaibas con pimiento verde con su carne; exquisitos emparedados de
cangrejo con rebanadas de pan de molde, lonchas de jamón york, leche y
mayonesa; también acompañó al crustáceo con ensaladas e incluso mezclado con
arroces y pastas. Las Anjanas Traviesas iban y venían portando las bandejas con
las “delicatessen” y las botellas de vino tinto y blanco, y todos estaban
entusiasmados; y Botejara no dejaba de recibir elogios e incluso abrazos
encendidos por el entusiasmo etílico. En ambas barras no cabía un alfiler y las
Anjanas cobraban las copas con una profesionalidad y una simpatía encomiables.
-Al final hoy terminamos ganando dinero- dijo
Botejara a su mujer, que lo miraba con ojos inquisitivos por tanto despilfarro-
¡Y espérate, que la fiesta va a continuar!
Me cuentan que siguen subiendo coches.
El helicóptero del Gobierno regional aterrizó en el campo de fútbol, Maduro no dejó en todo el viaje de tratar de convencer a Diego para que le regalara el cangrejo.
-Sería chévere que me lo
llevara a Caracas, ya verás cómo se amplía el tratado comercial que hemos
firmado esta mañana entre Venezuela y el Puerto de Santander.
A Maduro nada más pisar
tierra le dio un vuelco el corazón cuando Policarpio, el anciano de Rubía, con
su aspecto desaliñado y un olor espantoso a humo de leña se precipitó sobre él
rompiendo el cerco de seguridad y asiendo con firmeza su brazo exclamó con unos
ojos enrojecidos que amenazaban salirse de sus órbitas:
-¡Ah señor, el aquelarre!
¡Todo el pueblo compartiendo la carne del monstruo!
-¿Pero qué dice este hijo de las siete
leches?- preguntó atónito el presidente Maduro mientras los guardias se
llevaban al espontáneo.
- Es inevitable, siempre hay
uno así en todos los lugares- manifestó Diego quitando hierro al asunto.
- Ya veo, menudo recibimiento
me ha dado ese chimboso.
Ignacio Diego advirtió
horrorizado al subir los escalones del restaurante Somahoz, que a un lado del
muro y al acecho de numerosos pajarracos, yacían los descomunales desechos
cuarteados del centollo y dirigió a cuantos le saludaban sonrientes una
profunda mirada de hostilidad.
-¿Pero qué habéis hecho
infelices?
Enterado de la distinguida
visita Botejara ordenó a todas las Anjanas que estuvieran libres de servicio
acudir a la puerta y por supuesto que la cámara grabara todos los
detalles del acontecimiento para inmediatamente ser difundidos en las redes
sociales.
El grupo de Patri llegaba en ese momento
agitado por la caminata y se mezcló con el séquito de los presidentes
aunque sin poner demasiado empeño en alcanzar la cabecera. En el interior del
restaurante se encontraba medio Ampuero, concejales y alcaldes de la comarca y
hasta de Burgos y Vizcaya de todos los colores, médicos, curas, empresarios e
incluso estaba el famoso cantante Nemesio y varios jugadores del Racing.
En la sala se hizo un gran silencio y
todos se acercaron al vestíbulo al llegar Maduro e Ignacio Diego. Ninguno de
los dos quiso entrar y ambos se plantaron frente al público con cara
desafiante; sus miradas inspeccionaron largamente a los presentes, la mayoría
agachó la cabeza y únicamente Pedro Deza los saludó con campechanía.
- ¡Qué festín se han perdido
presidentes! Una carne exquisita y bien condimentada.
- ¿Otra vez tú?- manifestó Diego
mientras se llevaba las manos a la cabeza en señal de desesperación.
-¡Permítanme una foto para "la Fuente de la Rana"! -
demandó Santi y al unísono un buen número de reporteros aficionados dispararon
sus cámaras y móviles sobre los dos jerarcas y todos y cada uno de los
“maruganes” dejaron traslucir el calor etílico de la jornada.
- ¿Qué cabezas de cholas son esta gente? – preguntó
Maduro profundamente indignado- espero que a todos estos me los ladilles y este rancho quede pronto expropiado.
- ¡Pasen dentro!- señaló Botejara con exagerados
ademanes- llegan justo en el momento que vamos a descorchar el cava
especial de la casa, ya comprobarán que burbuja más fina y persistente, un
espumoso que transmite juventud y las olas del mediterráneo.
- ¡Mejor
no digas nada mequetrefe! – señaló Ignacio Diego con severo gesto.
Una urraca que había comido a sus anchas y se
alejaba de los restos del centollo al cruzar en vuelo rasante pringó de porquería el
traje del presidente venezolano, justo en el momento en que éste perdía la
mirada dentro del escote de una Anjana que descorchaba una botella de aquel
reconocido Codorníu con sabor a mar.
El efecto que causó tal
pormenor diseminó un ceño de lástima entre el nutrido grupo de parroquianos
porque la deposición fue de consideración, pero cuando el jefe de la
guardia caribeña exageró la afrenta al desenfundar su pistola y apuntar
con ella hacia el cielo, al tiempo que preguntaba a unos y a otros, cual entre
todos los que revoloteaban alrededor del restaurante había sido el pájaro
culpable, no pudo menos que provocarse una risa histérica y contagiosa.
Fue como si un rayo hubiera
fulminado a Maduro, puesto que éste pareció perder el habla y todo movimiento.
Botejara y sus amigos reían a carcajada limpia adquiriendo plena conciencia de
que jamás hubiesen imaginado mejor colofón para la fiesta. Incluso a Ignacio
Diego se le dibujó por unos segundos una tímida sonrisa pero de inmediato tornó
al gesto severo correspondiente a su papel institucional .
-¡Graba, graba… no pierdas detalle! - ordenaba
Botejara a su amigo.
El alcalde de Ampuero, Susana, el cura y su auxiliar decidieron salir
pitando escaleras abajo hacia el bar de Solana… por si comenzaba la balacera.
Un relato buenísimo.
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