martes, 15 de noviembre de 2016

Lecturas Otoñales. El Festín

El festín
      Las lluvias torrenciales que cayeron en la comarca, como no se habían conocido, convirtieron el pequeño riachuelo que atraviesa Hoz de Marrón en un arroyo formidable. Al introducirse en la Cueva Honda, en las mismas entrañas de la Sierra de Breñas, inundó galerías subterráneas a las que nunca alcanzaba el agua. Pocos días después de aquella inundación en lo más profundo de la caverna la bestia despertó de su letargo y lentamente con movimientos parsimoniosos abandonó su prehistórico cubil.




 

La primera noche que el animal salió al exterior sació un hambre de siglos tras olfatear un rebaño de ovejas pastando. Dos semanas después, ya entrado el mes de julio, se hallaron junto al monolito de la octava estación del vía crucis los restos óseos  de una vaca devorada durante la noche.  No tardaron en propagarse un sinfín de extravagancias y los hechos se difundieron con notoriedad en distintas cadenas de televisión. Iker Jiménez llegó a afirmar con rotundidad en su programa “Cuarto Milenio” que nos encontrábamos sin duda ante un nuevo caso del  “chupa cabras”.
        La versión de las autoridades, no convencía,  se limitaba a culpar de los hechos a una pareja de lobos desplazada de su hábitat. Fue el sábado 15 de julio cuando se destapó el tarro de las esencias. De madrugada dos jóvenes muchachas del Opus Dei subían tranquilamente por la carretera rezando el rosario cuando el monstruo las atacó en las inmediaciones del Santuario de la Bien Aparecida. Lograron escapar de la bestia corriendo en dirección a la iglesia y refugiándose en su interior,  aunque una de ellas, con la ropa hecha jirones  sufrió  desgarros en una de sus piernas. El doctor  Mariano tuvo que subir a atenderla porque la chica por nada del mundo se atrevía a salir del templo. El padre Arteche las preparó una reconfortante infusión a la que añadió unas gotas de licor de San Iñaki.
     Mariano llegó pálido y tembloroso al santuario, en la carretera se había tropezado con el animal y según el médico de Valle lo había atropellado.
     -No pude hacer nada por evitarlo, se me echó encima… aún quedan restos de esa criatura en el parabrisas de mi coche- manifestó consternado. El padre Arteche regresó a la cocina del convento en busca de otra infusión.
     Miguel Ángel Cobo y Abascal, el de Limpias, fueron los siguientes en verla cuando  subían  a jugar al frontón. En aquellos instantes la bestia trataba de engullir una ternera pero el ganadero la defendió heroicamente clavando su trincha una y otra vez sobre la panza acorazada del monstruo.
   

   La noticia corrió como la espuma. A lo largo de la mañana todo fue desconcierto, un ir y venir de gente, coches aparcados de cualquier forma en las cunetas o en mitad de la carretera; una frenética actividad en la Bien Aparecida que adquiría mayor convocatoria y excitación según pasaban las horas; a la una de la tarde había casi más ampuerenses en la campa del Santuario que el día de San Mateo y en cada uno de los rostros presentes se dibujaban, a partes iguales, idénticos rasgos de estupor y entusiasmo.
     Alejandro Botejara, empresario hostelero de Villasana de Mena y dudosa reputación, que había alquilado a los trinitarios el Restaurante Somahoz, se frotaba las manos ante la coincidencia aquel sábado de tal formidable acontecimiento y la inauguración de su nuevo negocio.
        No todos cuantos se acercaron hasta allí  tuvieron oportunidad de ver a la criatura. Agustín, el alcalde pedáneo, ordenó cubrirla con lonas de las de empaquetar hierba  e introducirla con el permiso de  Nacho dentro del edificio de las antiguas escuelas. Agustín se sintió atosigado por la aglomeración de curiosos que sin recato alguno y superado el espanto inicial comenzaron a manosear el caparazón del animal y travesear con sus extraordinarias pinzas, niños sobre todo que correteaban por el robledal como si estuviesen en un patio de recreo.
     -Sí, tápalo mejor- le sugirió Fonso, el policía- no vaya a abrir la boca de nuevo y nos dé un disgusto. Una docena de hombres se encargaron de arrastrarlo y meterlo en la planta baja de la casa. Esta circunstancia, la de que muchas personas no pudieran ver al animal,  alentó aún más si cabe la confusión, enarboló ánimos y provocó un torrente de especulaciones y descripciones fantásticas que sorprendentemente quienes sí lo habían visto no se esforzaban en desmentir.
     -Tiene dos cabezas con bocas diminutas pero dotadas con filas de dientes apretados y afilados como cuchillos- señaló José Luís Aparicio.
     Esther, la taxista, aseguró que tenía multitud de patas peludas y cortas que concluían en garras que semejaban garfios, las cuales usaba con fiereza desgarrando todo cuanto se le ponía por delante; y añadió, que si lo habían ocultado era porque aún permanecía con vida y podía atacar a quien se acercara más de la cuenta.
      Cuando lo vio, Policarpio, el de Rubía, un parroquiano que vivía en una cabaña encaramada en la montaña, se persignó entre sollozos y luego se apresuró a correr hacia la iglesia. Este proceder no podía extrañar a nadie ya que la cabeza del anciano comenzaba a parecer un nido lleno de pájaros y con frecuencia aseguraba haber visto al diablo merodeando por los alrededores del santuario.
     Un señor de baja estatura que llevaba una enorme chapela proclamó para asombro de todos los congregados y sin la menor vacilación que se trataba de una araña gigante y que él ya había visto muchas parecidas en Bilbao.
       - Sí, a la puerta del Guggenheim… ¡no te jode! – replicó Aurelio Juárez, causando la risa de los presentes.
       - Es del tamaño de un caballo y tiene los ojos verdes y relucientes como esmeraldas- precisaba una forastera  dentro del avivado corrillo que se formó en la campa del santuario.       Y una niña con el pelo enmarañado que vestía un traje de flores exclamó con expresión apacible que era un cangrejo gigante de color pistacho.
     

  En el bar Solana no daban abasto para atender a toda aquella clientela alborotada que se dio cita de modo tan inesperado.  Milio, el peluquero, su cuñado Jesús y Santi entraron en el local sin terminar de dar crédito a lo que sus ojos contemplaron en las escuelas. Inmaculada los vio enseguida y pronto se dirigió hacia ellos.
    -¡Seguro que habréis hecho más de una foto para subirla a "la Fuente de la Rana"!
    - Alguna que otra- dijo Santi.  - Pues aunque no os lo creáis yo no lo he visto, así que desembuchar y decirme con franqueza  ¿qué diantres de bicho es ese que a todo el mundo trae de cabeza?
    Santi alzó los ojos y miró de frente a Inma con cierto aire dubitativo. – ¡Pues para mí que es…!
    -  Un centollo – dijo con autoridad Eloy, el pescadero, desde la otra orilla de la barra.
    -  ¿Pero cómo de grande?- preguntó Inma acuciada por una emergente inquietud.
    -  Abierto de patas llegará a medir entre diez y doce metros.
    - ¡Santa Virgen de la Aparecida!- exclamó Inma persignándose.
    -  ¡Oye Inma, sácanos unas cervezas!- requirió Milio en voz alta- que estamos sedientos, pero dile a tu hermano que le corte un pata al centollo y nos la ponga de tapa. El bar entero rio la ocurrencia, reinaba la euforia porque con la captura del animal se terminaba para los lugareños un periodo de zozobra mayor aún de la imaginada.
  - ¡Ahí llegan, ahí llegan las autoridades! – gritó Pedro Deza, desde la arboleda.
     El sol horadaba sin escrúpulos las escasas gasas blanquecinas que permanecían flotando en el aire y únicamente bajo la sombra de los robles centenarios se hallaba un poco de misericordia. Agustín recibió con cordialidad al presidente Ignacio Diego, a Patricio, el alcalde de Ampuero y a dos desconocidos con barba blanca, que luego supo eran sabios de la Universidad.
     - ¡Veamos ese animal tan extraordinario que habéis capturado! – señaló Patricio.
     Cuando Nacho lo destapó los ojos de todos los presentes cobraron una nueva luz y como disparados por un resorte comenzaron a girar en torno al animal estudiando con suma atención cada uno de sus ángulos y apéndices.
     - ¡Dios nos ampare! – exclamó Diego conmovido hasta lo más íntimo.
     - ¡Un buen pedazo de cangrejo! ¿Eh, presidente?- señaló Pedro Deza. –Se encuentra un poco abollado, pero aún  sirve para guisarlo y servirlo con  vinagreta. José Antonio, el municipal, alejó a Pedro unos pasos ante un gesto del capitán de la Guardia civil.
     - ¿Qué opinan? – quiso saber enseguida Diego.
     - Qué es un artrópodo sin duda, y por las características de su caparazón redondo y velloso- dijo uno de los profesores mientras se dedicaba a examinarlo muy de cerca- su cola corta y triangular, replegada bajo su vientre, cinco pares de patas… bueno falta la mitad de una, las primeras dotadas con gruesas pinzas, no hay duda que pertenece a la familia de los crustáceos. Si no fuera por su descomunal envergadura me atrevería a asegurar que se trata de un centollo, pero nunca he leído que se haya catalogado un ejemplar semejante. Mide- calculó dando unos pasos por la sala – cerca de diez metros… ¡imaginad su peso!

  - Como dijo ese señor: ¡un buen festín! – exclamó el presidente consensuando ahora las risas.
      -  ¡Es el mayor cangrejo de todos los tiempos! –señaló Patri con tono orgulloso.
      -  Hay que ir con tiento – replicó uno de los sabios -. Existen más especies de cangrejos de las que podamos imaginar, mayor variedad incluso que de aves vuelan. En millones de años de evolución han sido capaces de conquistar todos los hábitats posibles; desde las profundidades marinas a los desiertos y montañas. Algunos son tan pequeños que no miden dos centímetros pero se han clasificado también en las costas de China ejemplares gigantes.
     - Entonces… ¿éste ha de ser un cangrejo chino? – preguntó Agustín decepcionado.
     -  Es posible que se trate de un cangrejo migrador que haya recorrido una enorme distancia hasta llegar a nuestra costa o también pudiera ser y entra más en lo posible, que estemos ante un espécimen autóctono que alguna anomalía haya conducido al gigantismo. Debemos considerarlo ya en un principio – continuó el sabio mientras recogía con unas pinzas muestras del animal - como un hallazgo poco común que dará mucho que hablar a la ciencia.
     - Aprecio signos evidentes de mutación de animal marino a animal terrestre- indicó el segundo de los sabios como si acabara de revelar un misterio de suma importancia-  El estudio de este espécimen puede trastocar el orden científico establecido- concluyó el profesor.
    Ignacio Diego se despidió del alcalde de Ampuero indicándole que enviaría un vehículo de la Diputación para recogerlo.
    -¿Sabes Patricio cuál podría ser un buen lugar para exponerlo disecado?
    - ¿El Acuario?
    - No, el Centro Botín… todo un bombazo.
  

    Alejandro Botejara consideró ya oportuno aparecer en escena.
     -  Quiero plantearos una propuesta que sin duda aceptaréis- les dijo a Agustín y a sus acompañantes. El Somahoz que abría sus puertas esa tarde después de tantos años cerrado fue el lugar elegido por Botejara para negociar la compra del centollo. Su esposa se quedó por la campa del santuario manifestando con aires altivos a todos con los que se encontraba que esa noche habría fiesta y atracón de marisco en el Somahoz.
     - ¡Escuchazme! Vosotros ya habéis tenido vuestra hora de gloria, mañana saldréis en las portadas de todos los periódicos retratados con el cangrejo, de ese modo se promociona la Bien Aparecida- expuso Botejara- todo eso está muy bien pero ¿qué más esperáis sacar de él? Nos lo cenamos esta noche y punto, la gente es lo que desea y todos los vecinos están invitados-. Las caras de Agustín y Nacho eran todo un poema. – No olvidéis que ahora yo soy uno de los vuestros y en gesto solidario cubriré las pérdidas del ganado y cualquier otra que ese cangrejo haya ocasionado a la Junta Vecinal. Al fin y al cabo, ¿quién es el propietario del bicho?... ¿el gobierno? ¿el ayuntamiento? ya veréis como al final se quedan los curas con él- continuó exponiendo Botejara.
     - Yo considero que es vuestro y el trato os lo propongo ahora y es la oferta más  generosa, con este calor el cangrejo comenzará a pudrirse y os obligarán a enterrarlo.  
- Nos dijo el alcalde que vendrían a buscarlo- dijo Nacho, ya preocupado de tener el muerto en casa.
  - ¿Y qué os importa lo que diga? Puede que venga algún listillo de la capital que no os va a dar ni las gracias o que no venga nadie, os aseguro que os quito un peso de encima, ese centollo a partir de ahora sólo es un quebradero de cabeza, el olor y las moscas no las vas a sacar de la habitación en todo el verano.
     En poco tiempo Botejara puso en marcha su plan, una estrategia publicitaria que incluía grabar un videoclip conteniendo imágenes de toda la jornada festiva que debía convertirse en lo más visto y comentado en las redes sociales, para ello llamó a un viejo amigo que tenía fama de tomar imágenes con gran calidad y no sólo de chicas en bikini.
      - ¡Qué mejor propaganda para el nuevo restaurante, utilizar las redes sociales!- se decía a sí mismo envalentonado.
    Para el suculento banquete encargó como condimentos básicos 200 kilos de patatas, 50 de cebolla roja, 40 litros de aceite de oliva, además  de pimientos verdes, zanahorias,  ajos…
     -Hay que condimentar el cangrejo con mucha sal para que se beba y amorticemos lo invertido – le indicó su esposa.
      Botejara cursó invitaciones al guiso a través de su Facebook por varias provincias. A ojo de buen cubero calculó que se podían llegar a servir 500 raciones de la singular marmita, aunque al mismo tiempo ideó una elaboración de platos más sofisticada. El de Villasana de Mena ya hacía tiempo que se desvinculó de la empresa que gestionaba los clubs “Las Anjanas Traviesas”, lo suyo ahora era la cocina,  pero aún mantenía amigos en la gerencia y se le vino a la cabeza solicitar un autobús con animadoras con el fin de dar mayor vistosidad al banquete.
    - Ya verás cómo pronto recuperamos esta inversión- dijo a su esposa, que no vio con buenos ojos ni la variación del menú ni el gasto de las Anjanas.    

      El alcalde de Ampuero ya estaba informado de los hechos pero no pudo contactar con Ignacio Diego aunque sí con Blanca Martínez, la consejera de ganadería y agricultura.
      - Nacho esta tarde visita Santillana del Mar junto al presidente de Venezuela e imagino que a estas horas estén volando los dos en dirección a la Bien Aparecida- señaló Blanca- porque Nicolás Maduro quería ver el cangrejo antes de regresar a Madrid.
     - ¡Pues cuando puedas contactar con ellos diles que se lo están comiendo con patatas!
   

   Hervían los dos pisos del Somahoz de comensales enfervorizados  que habían comido y bebido como en pocas ocasiones. Botejara, que mandó colgar farolillos de fiesta a lo largo de las escaleras y la fachada, vigilaba con atención todos los detalles del singular bufé, para que a nadie le faltara comida ni un trago ni cesara el ambiente de jolgorio.
    Patri, acompañado de Susana Gándara, del cura don Hilario y Chisco, únicamente pudieron llegar poco más arriba del antiguo restaurante “El Caserío” y ante la imposibilidad de salvar la caravana de vehículos que tenían delante optaron por aparcar el coche en la cuneta y seguir a pie.
      Botejara se superó a sí mismo coordinando en la cocina la elaboración de canastas de hojaldre rellenas de cangrejo; jaibas con pimiento verde con su carne; exquisitos emparedados de cangrejo con rebanadas de pan de molde, lonchas de jamón york, leche y mayonesa; también acompañó al crustáceo con ensaladas e incluso mezclado con arroces y pastas. Las Anjanas Traviesas iban y venían portando las bandejas con las “delicatessen” y las botellas de vino tinto y blanco, y todos estaban entusiasmados; y Botejara no dejaba de recibir elogios e incluso abrazos encendidos por el entusiasmo etílico. En ambas barras no cabía un alfiler y las Anjanas cobraban las copas con una profesionalidad y una simpatía encomiables.
      -Al final hoy terminamos ganando dinero- dijo Botejara a su mujer, que lo miraba con ojos inquisitivos por tanto despilfarro- ¡Y espérate, que la fiesta va a continuar!  Me cuentan que siguen subiendo coches.
    

   El helicóptero del Gobierno regional aterrizó en el campo de fútbol, Maduro no dejó en todo el viaje de tratar de convencer a Diego para que le regalara el cangrejo.
      -Sería chévere que me lo llevara a Caracas, ya verás cómo se amplía el tratado comercial que hemos firmado esta mañana entre Venezuela y el Puerto de Santander.
      A Maduro nada más pisar tierra le dio un vuelco el corazón cuando Policarpio, el anciano de Rubía, con su aspecto desaliñado y un olor espantoso a humo de leña se precipitó sobre él rompiendo el cerco de seguridad y asiendo con firmeza su brazo exclamó con unos ojos enrojecidos que amenazaban salirse de sus órbitas:
     -¡Ah señor, el aquelarre! ¡Todo el pueblo compartiendo la carne del monstruo!
     -¿Pero qué dice este hijo de las siete leches?- preguntó atónito el presidente Maduro mientras los guardias se llevaban al espontáneo.
     - Es inevitable, siempre hay uno así en todos los lugares- manifestó Diego quitando hierro al asunto.
     - Ya veo, menudo recibimiento me ha dado ese chimboso.
     Ignacio Diego advirtió horrorizado al subir los escalones del restaurante Somahoz, que a un lado del muro y al acecho de numerosos pajarracos, yacían los descomunales desechos cuarteados del centollo y dirigió a cuantos le saludaban sonrientes una profunda mirada de hostilidad.
     -¿Pero qué habéis hecho infelices?
     Enterado de la distinguida visita Botejara ordenó a todas las Anjanas que estuvieran libres de servicio acudir a la puerta  y  por supuesto que la cámara grabara todos los detalles del acontecimiento para inmediatamente ser difundidos en las redes sociales.
    El grupo de Patri llegaba en ese momento agitado por la caminata y  se mezcló con el séquito de los presidentes aunque sin poner demasiado empeño en alcanzar la cabecera. En el interior del restaurante se encontraba medio Ampuero, concejales y alcaldes de la comarca y hasta de Burgos y Vizcaya de todos los colores, médicos, curas, empresarios e incluso estaba el famoso cantante Nemesio y varios jugadores del Racing.
      En la sala se hizo un gran silencio y todos se acercaron al vestíbulo al llegar Maduro e Ignacio Diego. Ninguno de los dos quiso entrar y ambos se plantaron frente al público con cara desafiante; sus miradas inspeccionaron largamente a los presentes, la mayoría agachó la cabeza y únicamente Pedro Deza los saludó con campechanía.
     - ¡Qué festín se han perdido presidentes! Una carne exquisita y bien condimentada.
   - ¿Otra vez tú?- manifestó Diego mientras se llevaba las manos a la cabeza en señal de desesperación.
  -¡Permítanme una foto para "la Fuente de la Rana"! - demandó Santi y al unísono un buen número de reporteros aficionados dispararon sus cámaras y móviles sobre los dos jerarcas y todos y cada uno de los “maruganes” dejaron traslucir el calor etílico de la jornada.
   - ¿Qué cabezas de cholas son esta gente? – preguntó Maduro profundamente indignado- espero que a todos estos  me los ladilles y este rancho quede pronto expropiado.
   -  ¡Pasen dentro!- señaló Botejara con exagerados ademanes-  llegan justo en el momento que vamos a descorchar el cava especial de la casa, ya comprobarán que burbuja más fina y persistente, un espumoso que transmite juventud y las olas del mediterráneo.
     - ¡Mejor no digas nada mequetrefe! – señaló Ignacio Diego con severo gesto.
Una urraca que había comido a sus anchas y se alejaba de los restos del centollo al  cruzar en vuelo rasante pringó de porquería el traje del presidente venezolano, justo en el momento en que éste perdía la mirada dentro del escote de una Anjana que descorchaba una botella de aquel reconocido Codorníu con sabor a mar.
     El efecto que causó tal pormenor diseminó un ceño de lástima entre el nutrido grupo de parroquianos porque la deposición fue de consideración, pero cuando el jefe de la guardia caribeña exageró la afrenta al desenfundar su pistola y  apuntar con ella  hacia el cielo, al tiempo que preguntaba a unos y a otros, cual entre todos los que revoloteaban alrededor del restaurante había sido el pájaro culpable, no pudo menos que provocarse una risa histérica y contagiosa. 
     Fue como si un rayo hubiera fulminado a Maduro, puesto que éste pareció perder el habla y todo movimiento. Botejara y sus amigos reían a carcajada limpia adquiriendo plena conciencia de que jamás hubiesen imaginado mejor colofón para la fiesta. Incluso a Ignacio Diego se le dibujó por unos segundos una tímida sonrisa pero de inmediato tornó al gesto severo correspondiente a su papel institucional .
      -¡Graba, graba… no pierdas detalle! - ordenaba Botejara a su amigo.
     El alcalde de Ampuero, Susana, el cura y su auxiliar decidieron salir pitando escaleras abajo hacia el bar de Solana… por si comenzaba la balacera.                                               

                                    
                                 

1 comentario: