jueves, 10 de noviembre de 2016

Lecturas otoñales. El Monarca.


El monarca
Pasó largo rato ofuscado y resoplante en la sala de juntas del alcázar. Bebió en la comida más vino del aconsejable y terminó repantigado en el sitial mal noble del castillo dando una cabezada tras otra. Cuando escuchó murmullos y pasos que se aproximaban supuso que el canciller y los consejeros venían ya en su busca para iniciar la asamblea.



 

    
 
-¡Qué no vengan con más tratados ni treguas! ¡El tiempo de las palabras expiró! – manifestó grandilocuente-. Mi reino lleva días sumido en la inquietud, los emisarios cabalgan a galope tendido día y noche en una dirección y otra portando urgentes noticias y mensajes. Los rumores que apuntan a que en los pasos fronterizos del nordeste aragoneses y navarros han comenzado a reunir tropas circulan por los caminos, las plazas y los mercados. Castilla se enfrenta en efecto a grandes amenazas pero no albergo la menor de las dudas que todos y cada uno de mis súbditos tienen puestas sus esperanzas en este palacio y en el buen juicio de su monarca -. Respiró profundamente y continuó el exhorto enaltecido.

 - ¿Quién entre mis predecesores se sentaron en este trono y  alcanzaron un periodo de paz y bienestar tan extenso?  ¡Yo mismo guiaré mis estandartes a la batalla y pacificaré las villas rebeldes!

 " El monarca" enmudeció de pronto y su mirada quedó prendida en su jefe y en los dos ordenanzas que en silencio lo observaban desde el centro de la estancia.

  -¡Majestad! - dijo finalmente el guía gerente- espero que si salimos victoriosos de la contienda me conceda al menos un ducado-. Los ordenanzas rieron a mandíbula partida pese al inútil esfuerzo por mostrar cierta condescendencia con su compañero.

  -¿Cuántas veces tengo que decirte que no entres en el salón real a hacer el tonto? ¡Ayuda a estos dos a abrir todas las ventanas que ya llegan los primeros autobuses de turistas!- manifestó autoritario. – ¡Y por los clavos de Cristo! ¿No veis que en las almenas falta de izar la bandera de las Merindades?

 El “rey” tuvo que esforzarse en recuperar todo su aplomo y señalar al fin, con el tono más indiferente que pudo conseguir –  ¿La bandera? ¡Ah, sí! Ahora mismo subo a colocarla.

 -Pues ya estás tardando  y  luego revisa si hay en recepción suficientes audio guías en japonés,  que ayer se terminaron.

Del libro: "Las angulas del Malvecino y otros cuentos".
 

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