viernes, 17 de noviembre de 2017

Entrevista con Garzón, el médico. 2002


Ramón López Garzón ejerció como médico de Ampuero por espacio de 43 años. En agosto de 2002 se jubiló, recibiendo entonces un cálido homenaje de sus vecinos. De sus primeros años como médico Ramón recordaba la precariedad de los medios de los que disponía, situación que no difería de la que se vivía en cualquier otro pueblo de Cantabria. Los médicos rurales entonces tuvieron que echar mano de bastante ingenio y sacrificio para, cuando se recibía un aviso urgente, desplazarse a determinados barrios apartados que no contaban con carreteras ni teléfonos, un trabajo que podía convertirse en una pequeña odisea.
 
 
 
 
 


“No quedaba otro remedio que acudir andando o con suerte a lomos de un caballo o un burro; en una mano la cartera con los medicamentos y el instrumental básico y en la otra en ocasiones el paraguas, el vecino que te había dado aviso, si era de noche, a pie, alumbrando con un farol”, rememoraba este veterano médico hace quince años.

Ramón recordaba aún la yegua de Félix que en muchas ocasiones le sirvió para subir hasta Cerbiago o Santisteban, la yegua que solía estar amarrada en el centro del pueblo y que muchas veces se utilizó para abrir el paseillo en las novilladas.

Por fortuna, el médico de Ampuero dejó en el olvido los casos graves de epidemias o accidentes múltiples, salvo quizás el descarrilamiento de un tren, entre Udalla y Gibaja, en el cual hubo dos o tres muertos. Como hecho más trascendental que vino a mejorar la sanidad menciona la aparición en los años setenta del Regimen Especial Agrario, “gracias al cual la mayor parte de los vecinos tuvieron el derecho a la asistencia materno-infantil”.

 “Más recientemente, otro acontecimiento destacado, fue la entrada en funcionamiento del Centro de Salud, de gran calidad, por su ubicación, arquitectura, dotación, etc”, explicó.

 EN LA PLAZA DE TOROS

En cuanto a la asistencia médica durante las fiestas taurinas, Ramón valoró como muy positivo el momento en que pudo contarse en la nueva plaza de toros con una enfermería digna “incluso dotada con un quirófano procedente del Hospital Madrazo, pues anteriormente, en la vieja plaza de la Nogalera, la situación de la enfermería era de lo más elemental, un cuarto oscuro, mal iluminado y lleno de humedad”.

Durante las fiestas acudía desde Santander personal especializado “un grupo de cirujanos que se iban turnando como los hermanos Matorras, Joaquín Manzanos, Rafael Gil y más posteriormente Francisco Piñal, no se cobraba ni había horarios, sólo la comida de los rabos de los toros con patatas”.

Tampoco guardaba Ramón en la memoria casos de extrema gravedad, “aunque claro que hubo heridos por asta de toro, traumatismos por caídas, etc, que luego requirieron hospitalización”.

Como balance de su trabajo desde el verano de 1959, el médico ampuerense estima que hubo años duros al principio, de mucho esfuerzo y sacrificio “que al ser joven se sobrellevan y con buena voluntad se aguantan mejor. Al final uno se siente confortado por haber podido hacer algo en la vida por los demás y por uno mismo”.
 
S. B. (El Diario Montañés. Domingo 25 de agosto de 2002).
 
Muchos ampuerenses aún recuerdan la sala médica donde Garzón atendía a sus pacientes, en la planta baja de la casa donde vivía, frente al restaurante la Pinta, la máquina de rayos x; también la sala de espera, lo rudimentario de todo aquello si lo comparamos con el centro de salud actual.
Y no hay que olvidar que Ampuero contaba entonces con un número de habitantes similar al actual. Un médico para todos, hoy parece imposible imaginarlo. Sí es cierto que más adelante se atendía a los pacientes en los bajos del Ayuntamiento y ya se contaba con dos doctores.

Ramón López Garzón  tiene en Ampuero una calle con su nombre, precisamente situada donde él vivió.  Descanse en Paz. Enviamos un saludo a toda su familia,
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario