Subido un gallo en la copa de una elevada encina, daba al
viento sus cantares, como quien pide solaz y un rato de conversación. Cierta
zorra hambrienta, que no tenía inconveniente en almorzar con plumas, llegó
presurosa al sitio del concierto; mas al notar que el cantor se hallaba fuera
de su alcance, quiso convencerlo con palabras tan zalameras como estas:El gallo que no las tenía todas consigo quiso antes de bajar hacer una prueba, y dijo así a la zorra:
- Voy, amiga, voy; pero déjame que observe por allá abajo que creo descubrir una jauría de perros.
- ¿Sí?- gritó la zorra con sobresalto-. Pues otro día será nuestra conversación, amigo, que tengo muchas ocupaciones y se hace tarde.
- Supongo- dijo el gallo- que, habiéndose proclamado la paz universal, no temes a los perros.
- Claro que no; pero quien sabe si esos que vienen por ahí no están enterados de la nueva proclama.
Fábula tradicional
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