miércoles, 8 de abril de 2020

El pato


La familia andaba abrazada a la miseria, hasta el extremo de que por todo capital únicamente contaba con un pato. Encargó, pues la madre al hijo mayor que llevara a vender el animal donde más pudiera conseguir. Así lo hizo el rapaz, buscó un edificio de burguesa apariencia y tomó el ascensor apretando un botón al azar. Llamó con insistencia a la puerta y al cabo de un minuto esta se abrió sigilosamente.
-          ¡Ay, que susto, pensé que era mi marido! Pasa, pasa, jovencito.
La bata transparente indica a las claras que la señora no tiene debajo más que la piel y los pelos imprescindibles.
- Yo señora venía a venderle este pato.
- ¡ Ah, sí, el pato!, pero ponte cómodo y sin más contemplación la ninfómana comienza a meterle mano y se lo lleva a la cama con pato y todo.
Están en plena maniobra, cuando se escucha un breve timbrazo y acto seguido el clic metálico de una llave penetrando en la cerradura.
- ¡Ahora sí es mi marido! Corre chaval, escóndete en ese armario.
El mozo sale zumbando abrazado al pato y se lanza al fondo del mueble. Cuando se ha repuesto del susto, se estira para adoptar una postura más cómoda y su brazo toca un bulto que le dice.
-¡Chisss!
- ¡ Coño! ¿Qué hace usted aquí?
- Lo mismo que tu chaval. Calla y aguarda, que nos jugamos el pellejo.
Después de un minuto en silencio y al cabo el chaval dice:
- Oiga, le vendo este pato- dice dando con el codo al camarada.
- Calla, cabrón, que te va a oír.
- Me compra el pato o chillo.
- ¡ La madre que te parió! ¿Cuánto quieres por el pato?
- Doscientos euros.
- ¡Doscientos euros por esta mierda de pato, que no le toco más que los huesos!
- Doscientos o grito.
- Toma, pero verás tú como te agarre fuera de aquí.
Hacen el intercambio, palpa el mozo los billetes, los guarda en el bolsillo y dice:
- Le compro el pato.
-¿Cómo?
- Que le compro el pato o grito.
Tiembla de furor el huésped, pero concluye preguntando entre dientes:
- ¿Cuánto das?
- Diez euros.
- ¡Diez euros! ¡Te estrangulo, desgraciado!
- Diez euros y no se hable más o grito
- Toma el pato, que te vas a enterar cuando salgamos de ésta.
Al poco rato se abre la puerta del armario. –Ya podéis salir- dice contenta la anfitriona-, se ha vuelto a marchar.
Como un cohete llega el muchacho a casa.- Madre, ya vendí el pato.
- ¿Cuánto has sacado, hijo mío?
- Ciento noventa. El hijo le cuenta toda la aventura y llora la madre, herida en lo más sensible de su dignidad de pobre pero honrada.
- Ahora mismo vas a la iglesia y te vas a confesar.
Allá fue el obediente hijo siguiendo las instrucciones de su piadosa madre y se acercó al confesionario.
.  Padre, confieso que he robado.
- ¿Cómo fue eso, hijo?
- Todo empezó con un pato.
Un torrente de indignación brotó de la rejilla:
- ¡Por los cojones de Buda! ¡Otra vez tú y tu jodido pato!

 Gabriel Plaza Molina

 

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