El Camino es un núcleo rural a las afueras de Ampuero, en la carretera que conduce a Limpias. A mediados del siglo XX contaba con unos 80 habitantes que en su mayoría se dedicaban a la ganadería y agricultura, especialmente maíz y alubias. Sin embargo en este pequeño barrio de Ampuero también coexistieron 3 cesterías , encontrándose muy próximas entre sí y formando un triángulo entre ellas. Hay que matizar que una de ellas estaba ubicada en la calle Juan de Espina, donde actualmente se sitúa el taller de reparación de coches Joymar, propiedad de un hijo de otro cestero, del que hablaremos más adelante. Esta cestería pertenecía a Jacinto Albizuri, abuelo de Juan Carlos Albizuri, pasando después a su hijo Berto, abuelo de Amaya y Ana Albizuri. Subiendo la pequeña cuesta hacia El Camino se encontraba otra cestería propiedad de Agapito González, que era el encargado de hacer los cestos . Por su parte, su hija Benigna los llevaba a la estación en un carro tirado por un caballo. Con él trabajaba su hijo José, que destacó en el juego del pasabolo; seguramente jugaba en una bolera próxima a la cestería y que yo apenas recuerdo. Con el tiempo la familia de José se trasladó al municipio vizcaíno de Zalla, comenzando de nuevo la actividad cestera. Surtían principalmente a una importante panadería de Bilbao y le ayudaba su hijo Carlos que al igual que su padre jugaba al pasabolo. Carlos llegó a ser campeón de España y era conocido por el sobrenombre del cestero, según me ha informado su primo Antonino Castro. Desaparecida esta cestería se construyó una casa donde residen Chus Martínez, el maderista, y su familia.
La última de las cesterías estaba integrada dentro del barrio y allí desarrollaba su profesión José Verano, abuelo de Cipri y Ana. Esta se quemó dos veces, siendo la primera de ellas aproximadamente en los años 1954 o 1955. Cuando se produjo el incendio la cestería contaba con un pedido de 200 cestos, parte de los cuales se quemaron siendo el resto salvados por los vecinos. Unos años más tarde el fuego se volvió a cebar con la cestería , pero a pesar de todo fue la última en desaparecer. En su lugar se encuentra un chalet propiedad de Blanca Martínez , ex consejera de ganadería del Gobierno de Cantabria ,que reside con su familia. Por otra parte hay que destacar que estas 3 cesterías no fueron las únicas en el municipio de Ampuero. En otro barrio cercano a El Camino, muy próximo a Alisas, desempeñó este oficio Ángel Arce. Años más tarde su hijo Senén se estableció en Helguero, donde tuvo su propia cestería, al mismo tiempo que formaba su nueva familia . Ángel Arce, nieto de Ángel e hijo de Senén me contaba que las cestas que elaboraba su padre estaban destinadas en su mayoría a las conserveras de Santoña. Eran más pequeñas que las que se fabricaban para transportar el abono ,las piedras de las canteras y también para las panaderías, ya que de está manera podían pasar de mano en mano. También me contaba que en los últimos años la producción de cestos que se enviaba a Santoña era muy grande, y para transportarlos hasta allí alquilaban un camión.
La elaboración de los cestos requería un proceso largo que comenzaba con la recogida de la madera en el monte. Dicha madera era de castaño y se caracteriza por poseer pocos nudos y especialmente por su flexibilidad; posteriormente se cortaba en varas para introducirlas en el pozo donde se sumergía completamente y se colocaban piedras encima. Todas las cesterías contaban con un pozo del tamaño de una piscina que desprendía un olor desagradable .En la de Ángel había 2 pozos, estaban al lado del taller de trabajo constituyendo un peligro para los menores, lo mismo que sucedía con los pozos de las casas, tan habituales en esta época. El proceso continuaba con el secado de las varas en un horno destinado a tal fin, para seguidamente dar forma al cesto que iba rematado con una vara hecha a medida.
La historia de estas cesterías bien merece ser recordada, ya que contribuyeron a la economía de la zona, resultando imprescindibles en una comarca agrícola, donde tanto se utilizaban para la recolección y otros menesteres. Muchos de estos cestos eran enviados por ferrocarril a otras comarcas, ya que eran requeridos en muchos lugares de la geografía. Pero con la introducción del plástico en nuestras vidas los cestos tradicionales se dejaron de utilizar. Las últimas cesterías que quedaban tuvieron que cesar su actividad. Doy por hecho que a muchos niñ@s de los barrios nos queda el recuerdo de haber sido trasladados en una cestaña a lomos de un burro, y en la otra que ejercía de contrapeso se colocaba lo recolectado. A veces en esa cestaña iba la maleta de aquellos que regresaban de pasar unos días en Bilbao en casa de la familia, y otras veces de los que venían al pueblo a disfrutar del paisaje y el aire puro.
Por último me gustaría poner en valor a estos artesanos, rescatarlos del olvido, y desde estas líneas homenajear a aquellas personas que trabajaron en este oficio y que lo hicieron con tanta profesionalidad. Nieves Abascal Gómez. Febrero 2021
Agradezco a Nieves Abascal que haya enviado este interesante reportaje, yo no conocía la mayor parte de las cosas que cuenta.
ResponderEliminarVeo que se está siguiendo con interés por el alto número de visitas.
Yo no tenía ni idea de todo esto, la verdad, pero me ha parecido una historia muy bonita. Por una parte, darlo a conocer y, por otra parte, rendir homenaje a todos aquellos artesanos ampuerenses, que bien se lo merecen, para honra de ellos y de sus familias. Muy bonito y entrañable, Nieves.
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