viernes, 23 de mayo de 2014

Perrerías

Señor Alcalde de la Villa:
¿NO habría modo de lograrse que Ampuero dejase de ser una exposición canina permanente o , por lo menos, que por nuestras calles pululen, día y noche, cientos de canes sueltos y sin bozal, constituyendo evidentemente un espectáculo desagradable, tal cual escena fea, a veces, y siempre un peligro para las gentes?
Por todas partes estamos rodeados de perros, algunos de los cuales saben más que el sapientísimo Lepe, pues los hay que hasta saben abrir las puertas, el hambre hace milagros, e incluso destapan los pucheros de las cocinas, por lo que las pobres amas de casa están siempre en vilo.

¿No cree usted que los perros deben estar amarrados, o, cuando menos llevar bozal. ¿Qué pasaría el día que uno de estos canes rabie, andando como andan sueltos por centenares en nuestras calles?
Hace pocos días fue mordido, en Marrón, por un perro el maestro nacional de dicho barrio, habiendo tenido que ponerse en observación el chucho, y en cura el citado maestro, con la consiguiente zozobra y las naturales molestias, amen de las obligados gastos para él, no resultando cosa mayor el hecho afortunadamente.

¿Es que tampoco en esto se puede demostrar alguna buena voluntad en lo de ejercer la autoridad de que esta usted investido?
Ya son bastantes las muestras de incuria registradas en la villa de algún tiempo a esta parte, y esto es de lo que cuesta muy poco remediar. Que se vea alguna vez que se hace algo para no tener que repetir tantas veces, aquello de "o herrar o quitar el banco".

 
José Bálsamo. "El Cantábrico" 13 de marzo de 1934.
 
Y sobre el dicho último averiguamos su significado:
 
O se pone a Herrar o me quita usted el Banco
Hay una leyenda que nos cuenta que en un pueblo había un herrero que consiguió el permiso del ayuntamiento para instalar su banco de trabajo en una calle muy concurrida del centro, en mitad de la calle para así tener muy cerca a los clientes y darles un buen servicio, teniendo la oportunidad de ver en directo su forma de trabajar.

En esa calle al herrero en un principio le iba muy bien y muchos clientes se acercaban a su banco de trabajo para encargar sus pedidos, pero el ser humano ya saben ustedes como es, así que pasados unos meses comenzó a distraerse con las mujeres guapas que pasaban y que además algunas paraban a darle conversación coqueta.

Además el resto de obreros con oficio se sentían agraviados por el trato preferente que había obtenido este herrero con su banco por lo que fue también duramente criticado en el pueblo.

El Alcalde se dio cuenta de que había cometido una injusticia y que además este herrero no había dado la talla en su oficio pues cada vez trabajaba menos y se distraía más por lo que pocos beneficios podría dejar a las arcas de ese ayuntamiento con su rendimiento.

Hoy esta leyenda nos deja una frase popular que dice herrar o quitar el banco, amigo, por lo que se traduce que si uno se compromete a algo está obligado a cumplirlo y si no es así estará obligado a cesar.

Con lo sabio que ha sido siempre el pueblo hoy nos encontramos con muchos Bancos españoles que han querido ser herreros y no han dado la talla, ¿No será mejor cesarlos y dar la oportunidad a alguien que sí esté dispuesto a cumplir con sus obligaciones?

No deberían depender estas decisiones de ningún Gobierno, el pueblo tendría que ser al final el que mandase y decidiera  que hacer con su dinero y a que herrero confiar para que se lo guarde o gestione como Dios Manda.

Ni con leyendas ni con dichos populares el pueblo está capacitado para no tropezar mil veces con la misma piedra, por ello los gobiernos de turno se ven obligados a tomar las riendas y decidir que hacer con los Bancos y con los Herreros, aunque estos no se merezcan tan noble oficio.

http://senovilla-pensamientos.blogspot.com.es/2012/05/o-se-pone-herrar-o-me-quita-usted-el.html

 

 

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