Milio y Don Emilio Por Jan Martz
Érase una vez en una localidad muy cercana, de cuyo nombre no quiero acordarme (porque me dí un trompazo en bicicleta cuando era pequeño contra el letrero de la entrada del pueblo), un estilista capilar al que llamaban Milio. Afable y conversador, era apreciado en el lugar, tanto el como su esposa Bety y su perro “Pasodoble”.
* Yoli, dile a Milio que la cena la aplazamos al viernes.- comentaba un lugareño que pasaba por el negocio familiar.
* ¡Que no me llames Yoli, que me llamo Bety!. Ya se lo diré cuando venga.
* ¡Yo te llamo Yoli y punto! Y no te cabrees que tienes que estar agradecida de haber venido a vivir aquí: si cuando llegaste te tirabas a las ruedas de los coches, que allá en el monte no habías visto ninguno!
* Serás burro!
Sus vidas transcurrían tranquilas en la villa hasta que un día Milio escuchó que se podía cambiar el orden de los apellidos. Decidió cambiar su segundo apellido, Zapato de Mahón, muy escaso en el mundo, y lo pasó al primer lugar. Coincidía curiosamente que el banquero más importante del reino se llamaba precisamente Don Emilio Zapato de Mahón. Y así fue que entonces le empezaron a llamar los medios de comunicación interesados por la coincidencia de su nombre con el del banquero.
* Bety, que estoy en Montmeló para hacer un reportaje con Interviú: Don Emilio Zapato de Mahón en moto. Que lo siento, que esta semana no puedo ir a trabajar, a ver si te puedes defender tu sóla.- telefoneaba a su esposa Milio.
* Bety, que me han llamado de Tele Rioja para hacerme una entrevista.- volvía a llamar.
Todos los medios querían presentar algo con el titular “Don Emilio Zapato de Mahón hace esto o dice lo otro” así que estuvo varios meses peregrinando de plató en plató y de rotativa en rotativa. El propio Don Emilio Zapato de Mahón le invito a ver los helicópteros que descargaban toneladas de billetes por la chimenea de su edificio-bunker en Solares.
* La chimenea tiene unos aspiradores para que no se escape ningún billete. ¿Te parece sorprendente?.- decía el banquero.
* Me parece aburrido… No tienes nada de comer o de beber o tienes alguna fiesta organizada por ahí.- contestaba Milio.
Las pocas veces que podía acercarse a su pueblo la gente lo miraba con admiración, le pedían autógrafos y ahora todo el mundo le llamaba Don Emilio.
* Don Emilio, el sábado vamos a las motos a Jerez. Si se apunta…?
* No puedo Enrique, que tengo la presentación para “La Isla de los famosetes” y el domingo parto para Honduras. Y no me llames Don Emilio, que soy el mismo de siempre.
Fue el triunfador en “La Isla de los famosetes”, “La caseta del Gran Hermano” y otros concursos. Y se hizo un personaje tan popular que el Real Madrid lo contrató como Relaciones Públicas, la Casa Real como Jefe de Prensa, el Ayuntamiento de Ampuero como Rey Melchor en la Cabalgata…etc.
En un viaje a París, acompañado por Bety, está se quedó embarazada (como todo
el mundo sabe, la cigüeña viene de París).
* Si es niño lo llamaremos Danielo.- dijo ella.
* Y si es niña, Alberta.- dijo él.
Milio, ahora Don Emilio, tenía tantos compromisos que ya no sabía en que hora vivía ni en que lugar estaba. Todo eran veladas, presentaciones, entrevistas, ruedas de prensa…
* ¿Cómo se va a llamar su hijo?.- le preguntaba una periodista.
* Si es niño Alberto y si es niña Daniela… ¿o era al revés?
Entonces se dio cuenta que ya no disfrutaba de su vida. Que apenas estaba con Bety, que había desconectado de sus amigos de siempre, que pasaba mucho tiempo en aviones, recepciones, spots publicitarios… No tenía estrés: ¡el era estrés!.
Así que sin pensarlo dos veces se fue al registro y volvió a cambiar el orden de sus apellidos. Dimitió de todos los cargos que ocupaba, canceló los contratos publicitarios y volvió a abrir la peluquería de su pueblo, cerrada desde tiempo atrás.
* Santi, mañana hemos quedado la cuadrilla para comer unos pimientos verdes.- dijo Milio.
* Cuente conmigo Don Emilio.- dijo su amigo.
* ¿Tu también? ¡Al próximo que me vuelva a llamar Don Emilio le afeito la cabeza con tijeras de podar!
Y así fue que Milio volvió a ser un tipo afable, conversador y que disfrutaba de su vida tranquila en su pueblo.
Nota del autor: Todos los personajes y hechos de esta historia son ficticios. Cualquier parecido con la realidad no es intencionado y es pura coincidencia.
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