ROMANCE DE LA BIEN
APARECIDA
Por los montes de Candeano salta hasta Ampuero la brisa
y un olor suave y salino de playas y algas marinas llega
soñando veredas y bordeando colinas.
El sol les dice a los campos verdades de romería y los
prados
colorean los verdes de su alegría, que también los campos
saben
del porqué de las sonrisas.
Cuando la noche percibe las palideces del día,
que son como demacrados acentos de su agonía
y principios soñolientos de un eslabón de la vida,
van llegando los romeros, que en rosarios de porfía vienen
a vivir momentos y a rebuscar alegrías.
¡Andando!… ¡Vamos!... ¡Andando!... ¡Al Santuario!...
¡Sin prisa!... A sentir entre alborotos, sentires de
romería.
¡Qué bien parece la fiesta de la Bien Aparecida!...
Por los tejados del pueblo juega, despierto ya el día
con figuras de sus sueños abiertos de geometría
y oros de luces de sol y ríos de fantasía.
Caminos rojos de gente se desgarran en la villa,
como venas desgarradas por donde se van las vidas.
Se unen, flotando en el viento, ladridos de las bocinas
con música de estridencias y olores de yerbaluisa.
Los colores de la fiesta parecen de celosía,
el mercado se asemeja a un zoco de morería,
donde se venden estampas, con pasteles y sortijas
y donde voces de vino pregonan la mercancía.
Por el suelo derramadas se abren en flor las comidas,
rodeadas de romeros
como solitarias islas.
¡Qué bien parece la fiesta de la Bien Aparecida!
Subiendo hacia el santuario, vía crucis de alegría,
camiones enracimados,carros y caballerías,
procesiones de personas van llegando donde brillan
las estrellas titilantes de las velas encendidas.
Y recortando en el cielo siluetas de torrecilla,
tumbado en lo alto
del monte, como un oso panza arriba,
el santuario, satisfecho de la fama de su día, se abre
mostrando a la gente
sus entrañas de reliquia, donde esconde con ternura a la
imagen que dormita
sueños de un año; a la Virgen de la Bien Aparecida.
Perfiles de multitudes recortan las lejanías:
fulgores de cielos fingen reflejos de pedrería.
Si el día mató a la noche; la noche venció ahora al día,
y el sol cae en la
ranura del horizonte-alcancía.
Y en la noche, clarinoche, cesa ya la gritería.
El pueblo se va durmiendo. No hay luz de plata en las cimas
y los últimos luceros se pierden en las orillas del río.
Algunos borrachos cantan canciones vacías.
¡Qué bien parece la fiesta de la Bien Aparecida!...
Y qué sabor y que aroma y qué luces de alegría
quedan
flotando en el aire después de la romería …
Luego el despertar cansado; luego
el volver a la vida,
después de un día de sueños con sueños de fantasía.
ALFREDO MATILLA - 1935
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