Una vez más agradecemos la colaboración de nuestro amigo Jesús García Pérez por enviarnos este interesante reportaje.
LAS FLECHAS AMARILLAS QUE NOS LLEVAN A SANTIAGO DE COMPOSTELA
JESÚS GARPER
Desde tiempos escolares, cuando nuestro inolvidable maestro, don Luis Vidal nos hablaba del Camino de Santiago, sentimos curiosidad por este fenómeno de peregrinaje cristiano. Eso nos llevó a realizar, a pie, el Camino de Santiago, camino denominado francés, en 1987.
De Roncesvalles a Santiago de Compostela vivimos una experiencia profunda e inolvidable. Eran años de resurgimiento con fuerza del fenómeno jacobeo.
Para nuestro peregrinaje llevamos la Guía del peregrino, de Elías Valiña Sampedro, “el cura del Cebreiro”. De esta guía que guardamos como oro en paño, sellada en todas las etapas realizadas y dedicada por el recordado Elías Valiña: “Al peregrino Jesús a su paso por el CEBREIRO, Elías Valiña, Cebreiro, 26-7-87”.
CEBREIRO
Como decíamos, de esta guía, de las flechas amarillas y de don Elías Valiña queremos hablar. En 1985 preparamos nuestro peregrinaje adquiriendo dicha guía recién salida y confeccionada por un grupo de estudiosos y expertos en El Camino de Santiago, coordinados por don Elías. ¡Cómo nos llamó la atención la feliz idea de las flechas amarillas!
¿Flechas amarillas?, ¿y, por qué amarillas? Sí, esas flechas que llaman la atención a caminantes y viajeros. Esas flechas que aparecen en cruces, postes eléctricos, muros… Son las flechas, hoy muy conocidas pero, en los años ochenta del siglo pasado desconocidas por la mayoría de la población española.
Elías Valiña Sampedro, como nos dice Luis Celeiro Álvarez en la revista Peregrino, diciembre de 2009, “un cura investigador al servicio del camino de Santiago. Fue una persona clave en el renacimiento jacobeo actual”.
Como decíamos, conocimos a tan ilustre investigador jacobeo a nuestro paso por el Cebreiro, lugar bucólico y de singular encanto. Queremos transcribir la breve explicación de este lugar, como nos la presenta en la guía:
“CEBREIRO. Es el pórtico de acceso a Galicia. Uno de los jalones más interesantes del Camino jacobeo, con marcado carácter prehistórico, medieval, corona las montañas del macizo galaico-leonés, marcando la línea divisoria de aguas del Atlántico y Cantábrico. Pueblecito de nueve hogares. Conjunto Histórico- Artístico Nacional.
El Cebreiro surgió con los peregrinos y para los peregrinos. Es uno de los primeros refugios que surgen a favor de todos los que se dirigen a la tumba del Apóstol. Más tarde, ya con rango de Hospital, Alfonso VI, en 1072, lo pone en manos de los monjes de la abadía de San Geraud d´Aurillac, luego anexionada a Cluny, para así atender
mejor a los peregrinos extranjeros, sobre todo a los franceses. Este Hospital siempre estuvo regido por monjes benedictinos, hasta 1854, fecha en que lo abandonaron, como consecuencia de la ley de desamortización.
Todos los peregrinos hacen mención de su estancia en el Cebreiro. Siempre agradecidos de la hospitalidad que aquí han recibido.
El Milagro Eucarístico del Cebreiro ha dado renombre en toda Europa a esta pequeña localidad de alta montaña. Principios del siglo XVI:
“Un campesino del pueblecito de Barxamaior sube a oír misa al Cebreiro un día de gran tempestad. Celebra un monje de poca fe, que desprecia el sacrificio del campesino. Pero, en el momento de la Consagración, la hostia se convierte en Carne y el vino en Sangre, visibles.”
Los peregrinos fueron los divulgadores de este milagro. Wagner encuentra en la narración de los peregrinos tema para su Parsifal. Se conserva el cáliz del milagro, valiosa joya románica, siglo XII. Los Reyes Católicos, peregrinos en 1486, contemplan el milagro y donan el relicario que, junto con el cáliz se expone en caja fuerte a la contemplación de los fieles.
El templo es una interesante pieza arqueológica, de estructura prerrománica, siglos IX-X.
Santa María la Real, titular y patrona de la comarca, talla románica, siglo XII.
Las fiestas patronales de Santa María y Santo Milagro, días 8 y 9 de septiembre, reúnen en el Cebreiro a unos 30.000 romeros de las regiones limítrofes de León y Lugo.
Los restos del primitivo Hospital y residencia de los monjes se han remozado y convertido, en 1965, en un típico y acogedor mesón.
Las “vivendas-pallozas” de los campesinos de tradición prehistórica, desempeñan la función de Museo Etnográfico de la comarca.
Dos de estas “pallozas” se han habilitado para albergue de peregrinos.”
Ese día, 26 de julio de 1987, nos animó a asistir al I Congreso Internacional del Camino, a celebrar en Jaca del 23 al 26 de septiembre de 1987. Así lo hicimos y quedamos enganchados para siempre a la llamada del Camino de Santiago.
Siguiendo a Luis Celeiro Álvarez, “puede decirse que el Camino, tal como ahora lo entendemos, hace su puesta de largo definitiva en aquel I Encuentro Jacobeo. Porque aquel evento fue vital para el relanzamiento de la ruta jacobea, para su reconocimiento y para que saliese del olvido en el que estaba. Sin olvidar su espiritualidad de origen, el Encuentro fue un catalizador de su promoción y después de esas jornadas el futuro del Camino parecía envuelto en una aureola de comunicación y cultura.
A principios de los años ochenta, tras la identificación pormenorizada del trayecto histórico del Camino, Valiña empezó a señalizarlo, desde la frontera de Francia hasta la puerta de la catedral de Santiago, con las ahora emblemáticas flechas amarillas. El color de la pintura fue accidental. Era la que había sobrado en las obras de una carretera próxima a O Cebreiro. Y así, con un cubo y una brocha andaba por los Pirineos o por la Meseta pintando sus flechas.
El cura de O Cebreiro sabía que era imprescindible una buena señalización que guiara el andar de los peregrinos, una indicación que permitiese a los caminantes avanzar con seguridad, con garantías de llegar. La flecha parecía el símbolo adecuado, el indicativo preciso y suficientemente ilustrativo del ramal que tenían que seguir los que querían llegar.
Estaba definida la iconografía y, como la pintura vino regalada, Elías Valiña no dudó en darles ese amarillo a las flechas que poco a poco fueron apareciendo en la geografía del norte. Una furgoneta pequeña, pero suficiente para transportar unos cubos de pintura, unas brochas y un par de voluntarios era lo que el cura precisaba. Él veía la necesidad de la señalización, pero quizá nunca imaginó que iba a tener tanta permanencia su flecha y años después pasaría a ser la base de un moderno logotipo confeccionado por un equipo de expertos, por encargo de organismos oficiales. Las camisetas de los hombres y las mujeres, las chaquetas y los paraguas, los cuadernos de notas de los escolares y de los peregrinos, las corbatas y paños de seda e, incluso, las páginas web tienen impresa esta flecha que señala el Camino.
Al final, unos simples brochazos de amarillo, pintura de secado rápido y forma elemental, aplicada con escasa maña en muros y encrucijadas, tenían vocación de siglos para hacer fortuna entre los caminantes, y emergían como un gráfico universal sin fisonomía seriada ni patente homologada, pero ninguna flecha como la que reinventó Elías Valiña puede presumir de inspirarse tanto en la historia hasta tener un milenio de tradición a las espaldas. Y de seguir igual de viva para comunicar entre los caminantes del tercer milenio.”
Esas flechas amarillas inundan en la actualidad todos los caminos de nuestra geografía que nos llevan a Santiago de Compostela: Camino francés, el del Norte, Camino de la Plata e infinidad de caminos y ramales, pues todos nos llevan a Santiago de Compostela.
Elías Valiña está enterrado en la iglesia del Cebreiro; todo el entorno de este lugar se encuentra cubierto de placas que rodean el busto de tan ilustre persona que murió en diciembre de 1989 a los sesenta años.
Gracias don Elías por haberte conocido. ¡ Ultreia!
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