Hemos
entrado en año electoral con cierta apatía y ausencia de noticias destacadas, es
de imaginar que, ante la proximidad de las municipales, no tarden en calentarse
los motores y se vaya animando el patio del recreo. Pero es habitual que las
agrupaciones políticas apuren todo el tiempo que les sea posible hacer
públicas las listas electorales. En ocasiones se aguarda hasta la última hora
del último día en que las candidaturas deben ya presentarse por imperativo
legal. Esta práctica es frecuente a
todos los niveles: nacional, regional y municipal.
Debe
consistir en una especie de estratagema, una operación táctica; ese secretismo
busca reservar algún tipo de sorpresa para el final, guardar alguna carta
valiosa. Al mismo tiempo puede llegar a sugerir que las cosas no están claras,
que no se está del todo convencido con los pasos que se van a dar.
Es como si
los candidatos a alcalde y los candidatos a concejal, jugaran a cierto
despiste, temieran de algún modo perder un estado larvario, virginal y evitaran
hasta el final subir a la palestra y enfrentarse a las críticas de los vecinos
y al fuego cruzado.
Vaya por
delante que el hecho de presentarse a unas elecciones, con el ánimo que se
presupone a todos, de buscar el bien común, es una tarea necesaria, valiente y muy
elogiable, que en general suele reportar muchos quebraderos de cabeza.
Lo que
ocurre es que cuanto más trasparentes fueran, cuanto más supiéramos de sus
proyectos, de la manera que pretenden gobernar y qué decisiones tomarían en este o en aquel asunto, más fácil tendríamos elegirlos.
Esperemos
que cuando se despejen las intrigas, innoven un poco sus campañas y sus
programas, y que los proyectos se concreten y no se generalicen con vaguedades.
Y sobre todo QUE LOGREN INYECTAR UN POCO DE ILUSIÓN EN LA POBLACIÓN.
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