El día que desapareció Santiago Otegui
A finales de los años
cincuenta solían reunirse para tomar unos vinos por los bares de Ampuero tres
amigos: Cholo Osaba, Maldo, el charro y Santiago Otegui.
Una noche un tanto
desapacible, después de recorrer varias "boticas", decidieron continuar la velada en la casa donde vivía Tiago, situada
junto a los atrancos, pero antes planearon pasar por “la Florida” para comprar
una botella de vino.
Alguna cuestión, que
ya no se recuerda, motivó que Cholo y Maldo se entretuvieran más tiempo del
esperado dentro del bar mientras Tiago arrancó con la botella en dirección a su
casa. Cuando le echaron en falta salieron en su busca. Para llegar a la casa de
Tiago había que cruzar un sendero al borde del cauce del molino y el camarao de
la vieja fábrica de harinas, era una zona peligrosa llena de maleza y chopos y
con mucho más caudal que en la actualidad. Varias veces se cayeron vecinos al
agua y en una ocasión allí se ahogó un hombre de Bernales.
Aquella noche que nos
ocupa Maldo, el charro, creyó ver a lo lejos como Santiago se caía al cauce y
después de buscarlo un rato sin éxito dieron parte a la Guardia civil, que
entonces tenía su cuartel en la actual Casa de Cultura, y de este modo el
operativo de búsqueda se incrementó.
-
¿Pero
está usted seguro que lo vio caer aquí?
- Sí, mi
sargento, pobrecito carranchito- contestó Maldo con pronunciado acento
mexicano, ya que vivió parte de su vida en aquel país- nomás hizo chás, chás,
glú, glú y se sumergió. Pobrecito que vino de Barcelona a dejar los huesitos
aquí. ( Y esto lo decía porque Santiago Otegui trabajó cuidando ganado varios
años en Barcelona).
Los guardias
continuaron la búsqueda con linternas sin ningún resultado. Maximino, el
municipal, el padre de Simón, el del taller de la recta, alertado por el
acontecimiento decidió ir a la casa de Tiago. Aporreó la puerta y gritó: “Tiago,
Tiago”. Y al poco tiempo desde dentro se escuchó su voz.
-
¿Qué
pasa?
-
¿Dónde
estás?- preguntó Maximino.
-
Pues donde
voy a estar en la cama durmiendo.
Maximino fue al
encuentro de los guardias y de cuantos buscaban a Santiago en el cauce del
molino y sus alrededores y explicó que éste
se encontraba sano y salvo en su casa.
- ¡Así qué chas,
chas y se sumergió! –manifestó enojado el sargento a un Maldo, el charro, que
no sabía donde esconderse, y que aquella noche al igual que sus otros dos
amigos había bebido más vino de la cuenta.
( Han contado esta anécdota, Mari Carmen López y Nino Órtola)
En esta foto de finales de los años 50 o principios de los 60 vemos dentro del bar "La Parra" (local situado enfrente de la actual oficina de Bankia), a Santiago Otegui Verano, justo a la derecha, con su boina característica. La foto que debe pertenecer a la familia de Miguel Ortiz la he encontrado en la página: "Soy de Ampuero".
De aquí deduzco que viene el mote de "los parreros".
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