Emilio, el peluquero, fue el primero que vio subir el banco de
angulas. Se encontraba asomado en el Puente del Diablo contemplando el lecho
del río por si veía moverse alguna trucha e impresionado por lo que había
visto corrió a contarlo al bar “Las Peñas”, pero tanto Chema como los otros
parroquianos presentes rieron la ocurrencia sin prestarle más atención.
Calín llevaba un buen rato en el Malvecino
tratando de pescar una trucha esquiva cuando las aguas del Vallino tomaron vida
y se agitaron resplandecientes. No pudo dar crédito a lo que veía, sus cabellos
quedaron erizados por la sorpresa; era gran conocedor de los secretos del río
pero jamás asistió a un espectáculo semejante. Las angulas se apelotonaron
en el pozo y comenzaron a serpentear entre las piedras tratando de progresar
corriente arriba. Un hecho extraordinario que lo dejó boquiabierto, nunca
habían subido angulas tan arriba, además en primavera y añadiendo que eran las
doce del mediodía. Calín pronto advirtió que tenía que sacar provecho de tan
singular episodio e improvisó un plan de ataque que pasaba, como mejor baza,
por dirigirse lo antes posible al taller de coches “La Fábrica” en busca de
Pedro González.
Miguel, el parrero, lo vio pasar apresurado y por su semblante advirtió
enseguida que algo fuera de lo normal ocurría.
-
¿Ya llenaste la cesta de truchas, Calín?
- ¡Bah, no sale una! – Exclamó.
La delegación de empresarios japoneses acababa de llegar a la Plaza Mayor,
siete negociadores del sector productivo del videojuego, ordenadores y
marionetas mecanizadas que buscaban terrenos para instalar una fábrica.
El alcalde de Ampuero, Patricio Martínez,
acompañado del consejero de Innovación e Industria, Eduardo Arasti y del
alcalde de Laredo, entre otras autoridades, los recibieron con solemnidad.
Después del saludo protocolario, la comitiva se dirigió en un autobús del
Perdigón a la Torre Espina de la Bárcena, lugar que acondicionaron para
albergar la reunión.
Calín,
en compañía de Pedro, el del taller de coches, llegaron al Malvecino equipados
con buenos cedazos y catiuscas y se encontraron con Miguel, el parrero, ya
dentro del agua.
- ¡Aquí
el que no corre, vuela! – manifestó Calín con gestos de evidente reproche
hacia la presencia en el río de Miguel.
-
¡Cómo para perderme esta fiesta, Galerna! – exclamó “el parrero” con cara
exaltada y sin dejar de echar el cedazo al agua y volcar los
diminutos pececillos
en un caldero ya casi repleto.
Milio no perdió detalle de toda la
operación y cuando el autobús del Perdigón pasó junto al Malvecino fue testigo
de cómo los japoneses contemplaron la escena con enorme entusiasmo e indicaron
al alcalde que detuviera un momento la marcha del vehículo. En el río el
instinto depredador ya se había extendido y ya faenaban seis o siete
pescadores echando el cedazo al agua sin tregua; uno de ellos que era de
Bernales al carecer de otro recipiente llenaba de las codiciadas angulas el
paragüero de su casa. Patri, boquiabierto, dirigió a los extranjeros que
no dejaban de fotografiar a los pescadores una sonrisa circunstancial.
Entre la visita de los japoneses y las angulas Ampuero hervía de excitación y
desconcierto, un ir y venir de gente, una actividad entre el Puente del Diablo
y la Bárcena que adquiría mayor convocatoria según pasaban los minutos.
Junto al Malvecino no tardó en arracimarse medio pueblo y en cada uno de los
rostros idénticos rasgos de sorpresa y jovialidad. Ante el temor a una requisa de la guardia
civil quienes ya habían obtenido una buena recaudación optaron por
“ahuecar el ala”, los que se incorporaron tarde consiguieron botines poco
significativos. El pozo del Malvecino ya no daba más de sí y trasladaron los
cedazos al pozo de Manolita pero hasta allí pocos peces subieron.
Órtola comentaba junto a su molino lo inaudito del caso y lo achacaba al cambio
climático.- ¿No recordáis los temporales que asolaron Laredo? Va a subir el
nivel del mar y van a cambiar las estaciones, la fauna y hasta vamos a sufrir
huracanes – manifestó con aplomo.
Chili había pescado medio caldero pero cuando se lo enseñó a Sita, ésta señaló
con autoridad: - No son angulas –.
- ¡Ya, son
calamares! ¿No?
- Te digo que no son
angulas, no ves que tienen un tono como verdoso.
En el bar de Ramonín donde también llegó medio caldero se inició una discusión
en toda regla.
-
Estará prohibido pescarlas en la ría de Limpias pero aquí en el
Malvecino es ya territorio aparte – argumentaba Mariano.
- Es cierto, la legislación no se ocupa
del Vallino sino del Asón – apoyaron el razonamiento.
- No estoy yo tan seguro - dijo Jesús
Abajo.
- Esto es territorio comanche, así que esta
noche… ¡tapa de angulas para todos! – dictaminó Javi con autoridad, encendiendo
el entusiasmo de todos los presentes.
En el
Palacio de la Bárcena se selló el convenio con el Ayuntamiento de Laredo,
los empresarios japoneses iban a adquirir unas parcelas del puerto como
infraestructura necesaria para sus proyectos de expansión comercial. El alcalde
de Laredo, Ángel Vega, mostraba una actitud pletórica. - ¡Cómo
me gusta que se hayan adelantado al proyecto de los chinos!… ¡pero eso no lo
escribas chiquilla! – le indicó a Irene Bajo.
El tema de Ampuero permanecía aún en el
aire. Los japoneses necesitaban una fábrica donde ensamblar los componentes
electrónicos y echaron el ojo a unos terrenos en Bernales, con acceso futuro a
la vía rápida asegurado por el gobierno de Cantabria. Se podía estar hablando
de entre 300 a 350 puestos de trabajo. Miura Kazuya, la máxima autoridad de la
delegación, confesó a Patri delante del consejero que la opción ampuerense les
agradaba, por ello el alcalde de Ampuero salió optimista de la reunión
aunque sin echar las campanas al vuelo; porque también era cierto que se
rumoreó una alternativa en terreno vizcaíno.
Los japoneses se retiraron al Parador de Limpias donde el Gobierno de Cantabria
les fijó el alojamiento. Por la tarde regresaban para volver a visitar la
zona y a las ocho en su honor se organizó un festival taurino en el
cual intervendrían el novillero sevillano, afincado en Ampuero, Marco Antonio
Gómez y el rejoneador navarro Roberto Armendáriz. Por último todos asistirían a
una cena en la Torre Espina, a la que estaba invitada incluso Soraya Sáenz de
Santamaría que el domingo en Santander participaba en el congreso anual del partido.
- Tengo el pálpito que eligen a Ampuero- le indicó a Patri el consejero Eduardo
Arasti.
- Yo estoy seguro - manifestó Ángel Vega- dando ánimos al alcalde - Pero cuida
bien los detalles esta noche que los japoneses son especiales y buena idea lo
del festival taurino, en su país admiran mucho nuestra fiesta.
El alcalde de Ampuero una vez despidió a todos cuantos participaron en la
reunión fue en busca de Chisco y lo encontró, como bien le informó Milio,
en la iglesia conversando con el padre Hilario.
-
Pasa Patricio, me alegra verte - señaló el sacerdote-, imagino que estás aquí
por el tema de las angulas, ¿no es así?
El alcalde asintió sorprendido.
-
Por lo pronto ya he expuesto el caso en el obispado pero os ruego a los dos
mucha prudencia. Ya sabéis que estos temas a menudo se malinterpretan y se
juzgan a la ligera. Es incuestionable que hoy algo extraordinario ha sucedido-
argumentó con las manos en posición de rezo y mirando hacia lo alto del altar
donde se encontraba la Virgen Niña.- No
tenemos la certeza que haya sido ella la que nos envió las angulas en estos
tiempos de tanta privación.
Patri escuchó al cura con expresión
grave y tratando de disimular su desconcierto, la misión que le llevó hasta la
sacristía no era otra que encargar a Chisco que adquiriera todas las angulas
que le fuera posible a través de su cuñado.
El festival mixto obtuvo gran éxito, se lidiaron tres astados de Pablo Hermoso
de Mendoza, que dieron mucho juego. En el tendido algo más de media
entrada a pesar de que la ocasión era de puertas abiertas y el clima
acompañaba. Parte del público salió decepcionado al comprobar que por asistir a
los toros no regalaban una tartera con angulas como se había corrido la
voz.
Marco Antonio cuajó una gran faena, disfrutó en el ruedo recordando viejos
tiempos y con media estocada perfecta acabó con el toro. Damián Revuelta elogió
al sevillano y comentó: “Toreo profundo y bueno, sin alharacas”. Carlos Ocejo
asintió y señaló: “Está confirmado viene con nosotros a cenar a “Casa Segunda”.
- Esta noche en Ampuero cenan angulas hasta los samuráis - rió Damián.
Roberto Armendáriz se encargó de dar el
pasaporte a dos toros de buena condición. El espectáculo ecuestre puso en pie
en más de una ocasión a los empresarios japoneses. En banderillas dejó
importantes pares al quiebro y el último, que adornó todo lo posible con la
gracia de los caballos haciendo piruetas en la cara del toro se lo dedicó, como
ya estaba pactado a Miura Kazuya.
Ambos toreros salieron a hombros de la
Nogalera y lo más importante de todo es que los japoneses también salieron
contentos y uno de ellos, el más joven, que había bebido de la bota más de lo
aconsejable, abandonó los tendidos con la oreja de un morlaco en el bolsillo
delantero de su traje. Milio comentó después que una de “las majas” que
asistieron a la corrida contó que se llamaba Hatolu y tenía las manos
“demasiado largas”. El alcalde también salió feliz ya que en el mismo palco
Blanca Martínez, la consejera ampuerense, le aseguró que todos los gastos del
espectáculo corrían a cargo del Gobierno de Cantabria y sobre todo porque había
escuchado rumores de que Miura ya había informado en Santander de la
preferencia por Ampuero para instalar la fábrica.
- Me ha comentado Diego que el Miura tiene un carácter muy voluble, que no
tolera errores en el protocolo pero que en cambio premia a quien sepa
agasajarle – declaró con énfasis la consejera Rosa Castrillo.
-
Pues ya sabes Patri, pelotéale bien esta noche que mañana es asunto
nuestro y ya le haremos firmar todos los papeles en Santander - declaró
Blanca.
-
¿Vas a estar en la cena?
-
Sí - contestó la consejera.
-
¿Sabes si al final vendrá Soraya?
- Lo
último que me dijeron es que se acercaba hasta Ampuero con Diego porque quería
echarnos una mano con los japoneses. Pero ahora mismo Diego se encuentra en
Santoña por lo del barco francés que encalló.
- No sé nada del asunto – dijo Patri.
- Es un caso bien extraño, un barco piscifactoría de investigación
oceanográfica que ha naufragado frente al Buciero.
Mientras los japoneses fotografiaban a los niños en la plaza jugando al
encierro con los carretones Patri recibió aliviado la confirmación de que
Chisco ya había conseguido veinte kilos de angulas y los subía al Palacio de la
Bárcena donde Lourdes e Inma Solana organizaban la cena.
El Ayuntamiento contó
con varios restaurantes de Ampuero para elaborar el menú, que incluía pinchos
de lo más variado, queso de las Garmillas y como plato fuerte la cazuela de
angulas tradicional cocinadas con aceite, ajo y guindillas. La noche parecía
bien encarrilada, juzgó para sí Patri, por lo que animó a los japoneses a tomar
una guinda en “La Florida”; Miura aprobó con entusiasmo la idea una vez
recibió la explicación por parte del traductor.
La tripulación científica que fue
rescatada en Santoña creyó que los peces que se habían escapado del barco se
dispersaron mar adentro y nada comunicaron sobre su existencia por tratarse de
materia reservada, sin embargo cuando se supo la captura en Ampuero de los
animales fueron filtrando información a cuenta gotas. Lo más urgente era evitar
que las angulas entraran en la cadena alimenticia del ser humano advirtió el
gobierno galo al filo de las once de la noche.
Soraya Sáenz de Santamaría acudió a
la Torre Espina vestida con una chaqueta estampada de tonos azules y unos
vaqueros negros, saludó cortésmente a todos los presentes y durante veinte
minutos se entrevistó con los empresarios japoneses y el alcalde de Ampuero en
la primera planta del viejo torreón. La cena se sirvió inmediatamente después.
El padre Hilario bendijo la mesa y deseó que la bondad de los alimentos que se
iban a comer, destacando su singularidad, fuesen signo de la mejora económica
de los vecinos de su parroquia y dirigiéndose en su exhortación a los japoneses
les pidió que velaran por conquistarlo.
Miura respondió que Ampuero era un pueblo extraordinario.
Los cerca de ciento cincuenta invitados iniciaron la suculenta tarea de dar
cuenta de las angulas, a cada comensal se le sirvió la clásica cazoleta de
barro con los preciados pececillos condimentados a la manera tradicional.
Iniciar con este plato el menú fue imposición de Inma, la de la Aparecida y no
hubo quien lograra que cambiase de opinión en cuanto al orden del
condumio.
Todos comieron con la sensación de degustar un manjar enviado por los dioses y
una vez finalizado en la mesa se exclamó un liberador y agradecido cumplido
colectivo. Sin tregua se sirvieron las cocochas de merluza rebozadas, las
notables croquetas de bonito y las mollejas de cordero perfectamente salteadas.
Entre los comensales se instauró pronto un clima eufórico y conversador, el
vino corría a raudales y Miura gesticulaba y reía sin parar.
- Las dioxinas radioactivas producen fotones gamma, una fuente de energía que
brilla en la piel en verde fluorescente. Esas bacterias tóxicas las han
filtrado intencionadamente en los peces donde el veneno se ha concentrado tanto
en sus órganos internos como en la piel- explicaba por teléfono a Ignacio Diego
la consejera de Sanidad, Sáez de Buruaga.
- ¿Y qué huevos pretenden los gabachos con ello? – se interrogó el
presidente dentro del coche oficial en el que se dirigía a Ampuero.
- Casi seguro que se trata de un experimento militar; una persona adulta lo
lógico es que sobreviva a la intoxicación pero probablemente sufra vómitos
intensos y diarreas, debilidad muscular y confusión mental. Los síntomas
los percibirá a los pocos minutos de tomar el veneno- señaló la consejera-. Lo
que más me intriga son los efectos que causa la radio luminiscencia.
Sacaron el queso de las Garmillas acompañado por la mermelada de
arándanos de “El Bosque Encantado”, Milio a quién habían sentado en la misma
mesa de Soraya, explicó con profuso detalle que ambos productos se elaboraban
en Ampuero. Blanca recibió entonces la llamada de Ignacio Diego, indicándola
que ya estaba en carretera y que a nadie en el pueblo se le ocurriera
comer las angulas.
Blanca fue incapaz de decir una palabra y estalló en una risa histérica que
pronto se extendió por toda la sala originando una jovial
expectativa.
- Era Nacho, que me decía que no comiéramos las angulas porque están
envenenadas- pudo decir con voz entrecortada-. Y que viene para acá – concluyó
con esfuerzo.
-
¡Buen pajarote!.. Lo que quiere es que le guardemos una ración- dijo Miguel
Ángel Garzón provocando que todos rieran a carcajadas y Miura cuando escuchó al
traductor soltó tales risotadas y golpes en la mesa que su rostro pareció
desencajarse y encenderse en una tonalidad tan verde que llamó la atención y la
preocupación de algunos comensales, entre ellos la del párroco.
- ¿Te has fijado en su cara, Chisco, has visto el color que está cogiendo el
japonés?
- ¿Qué dices Hilario?
- ¡Virgen de la Bien Aparecida! ¿Tú también?- el cura no podía salir de su
asombro al contemplar la faz de su acólito. - ¿Pero qué te está pasando, hijo
de Dios? Tienes el rostro fluorescente.
- ¡Pues tú no hables mucho! – Respondió Francisco- que ahora mismo pareces la
Fuente de la Rana.
Al fondo de la sala, limitando con el vestíbulo, colocaron a los miembros de la
Peña Candiano y a los de la Encerrona y los últimos que se sentaron no tuvieron
otro remedio que acomodarse en un viejo banco corrido que parecía de los que
había en la iglesia en los tiempos de don Julián. Aquella noche iban a tener
lugar varias cenas simultáneas pero al final y a petición del alcalde todos
convinieron en acudir al Palacio de la Bárcena.
El
banco aguantó hasta el momento justo en el que se sirvieron los cafés.
Una de las patas de aquella reliquia apolillada no pudo resistir tanto peso y
cedió; y Aurelio, Damián, Panchín, y el mismo novillero sevillano terminaron
rodando por el suelo.
- ¿Qué ha sucedido? - preguntó Poldo.
- Los de siempre – fue la escueta
respuesta de Angelines.
Anaís sufrió al contemplar la escena un
ataque de risa incontrolable y como en trance se levantó de su
asiento y avanzó por la sala dando tumbos. Pedro Enrique salió en su busca tan
rápido como pudo pero no llegó a tiempo de evitar que devolviera todas las
angulas encima del traductor japonés.
Lourdes con buen criterio y para desviar la
atención de lo ocurrido ordenó que entraran de inmediato los “Piteros de
Escalante” y se continuara sirviendo los cafés con la máxima celeridad.
- ¡Y nada de chupitos! – ordenó.
Al primer convidado al que sorprendió el repentino apretón fue a Benito Ortiz,
que representaba en la cena al Ayuntamiento de Laredo y se encontraba sentado
entre Lupe y Azucena. Benito sintió de manera repentina un desarreglo
interno, se levantó de la mesa con urgencia dirigiéndose al servicio expeliendo
grandes ventosidades y agradeciendo que el baño estuviera cerca para que nadie
se cruzara en su camino. Cholo Pozas mientras tanto sufrió de pronto una
sacudida en el estómago y como un acto reflejo devolvió sobre el café que
acababan de servir a Cipri.
El telón se corría finalmente y un sainete caótico se adueñaba de la sala. Tras
la senda del concejal pejino comenzaron a levantarse comensales pero ya con un
destino desventurado porque se formó una gran cola delante de los baños, gente
que se retorcía, juntaba las rodillas y sudaba suplicando poder expulsar lo
antes posible el demonio que llevaban dentro. Raúl y Luís, los concejales del
perrecé optaron por salir al jardín ya que aguardar el turno se convertía
en tarea desesperante; no fueron pioneros en dar este paso porque Luisma Haro y
Javi Carrera terminaban de vaciar sus vientres junto a los rosales de
Bibiano.
Resultaba sobrecogedor pensar que había
también quienes no lograban aunque quisieran levantarse de sus asientos, porque
sus piernas no les respondían a pesar de ser conscientes de que en sus
intestinos se despertaba el peor de los tornados.
Las concejalas Susana y Amaya probaron
suerte en las plantas superiores de la torre. Salva Sarabia, se había
encontrado entero hasta el momento, pero en un abrir y cerrar de ojos sucumbió
y un alud formidable salió de su boca yendo a caer sobre la pobre Alicia de la
Sen, la cual reprochó la vomitada exclamando: “¡Hijo mío me has puesto perdida,
ni que fuera de Podemos!”.
Milio se levantó solícito para tratar de
ayudar a los indispuestos pero lo que más le sorprendió fue ver que entre los
vómitos las angulas continuaban vivas, serpenteando y emitiendo un intenso
brillo.
-¡A estas hijas de puta no hay quien las mate!- señaló a Soraya, justo en el
momento en el que Javi Fon, que buscaba enloquecido una puerta de
escape regó de vómito a la vicepresidenta.
-
Lo siento, no era mi intención- se disculpó cortésmente. Y continuó la marcha
dejando caer otra buena flema sobre la cabeza de Hotulu.
Aurito, Asier y Lolo Ocejo se sirvieron más vino y observaban todo cuanto
sucedía con relativa distancia.
- Buena se ha revuelto.
- Y el caso es que estaban deliciosas.
-
Sí, toda la cena ha estado estupenda, incluidas las cocochas – concluyó
Aurito.
No podían presentarse las cosas peor
cuando se fue la luz. Nadie supo con certeza si se trató de un hecho fortuito o
una broma de mal gusto aunque Milio vio un instante antes a Juan Martz rondar
junto a los interruptores.
Los Piteros de Escalante, con el pitu,
el tambor y la famosa pandereta de Aura, interpretaban las jotas montañesas y
los ritmos bailables con la profesión encomiable de los músicos del Titanic.
Milio limpiaba con una servilleta la
cabeza de una Soraya que ya hacía tiempo había perdido el contacto con la
realidad.
-
¡Cómo te brilla la cara en tonos esmeraldas!
-
¡Eso se lo dirás a todas… peluquero!
Se
escuchaban risas, gemidos incontrolados, arcadas espantosas y pedos que
resonaban en el salón como cohetes; la gente tropezaba con las mesas y las
sillas al huir hacia el exterior o subir escaleras arriba de la torre sin
demasiada convicción.
- ¡Calma, hay que mantener la
calma!- gritó Patri al principio con autoridad, pero cuando quiso repetir
el exhorto vio brillando en la oscuridad frente a sí, los rostros de los
japoneses, emitiendo una luz espectral y su voz se quebró como una gavilla
segada, porque en el escalofriante semblante de Miura se adivinaba el volcán
que está a punto de entrar en erupción.
Tanto Mirta como Miguel Ángel sintieron sus
corazones latiendo como caballos desbocados cuando fijaron su mirada en
los japoneses, todos ellos eran como esfinges luminiscentes y de
semblante aterrador. La expresión de sus caras no era, desde luego, como para
tomársela a risa.
La luz regresó a la sala en el momento justo que Ignacio Diego entraba
acompañado de varios guardaespaldas. Numerosas ambulancias y coches con
asesores colapsaron las inmediaciones del Palacio de la Bárcena.
Bibi
desde el balcón de su casa era como si visionara cine de verano, una película
de ciencia ficción, en la cual la tierra era invadida por seres de color verde;
seres que habían dejado sembrada su finca de abono radioactivo así como de ropa
interior y otros aderezos desperdigados, en un estado más allá de lo imaginable
A Soraya fue la primera que sacaron y condujeron al interior del coche
principal, aunque la vicepresidenta del gobierno quiso antes despedirse de Milio.
- Me caes bien chaval pero lo nuestro es imposible. Diego sacudió la cabeza
preocupado por el estado de la líder popular y buscó el rostro de Blanca
Azucena Martínez con afán de descargar su ira pero al contemplarla en una
esquina, abatida y tan verde como una lechuga sentada junto a Ricardo Revuelta
calmó su enojo, realmente se percató que no tenía ni idea de lo que en esa
torre medieval había ocurrido aquella noche; el semblante de los hombrones de
piedra que custodiaban la entrada ya presagiaba
alguna desventura.
A los japoneses los sacaron a continuación a toda prisa, Patri se levantó en un
alarde de valentía, que agradecieron los presentes e interceptó su paso y
plantándose delante del Miura preguntó si lo de la fábrica seguía en pie. La
expresión de los ojos y el tono de voz del oriental no fueron buen
auspicio, pero el golpe resultó más devastador cuando el intérprete declaró que
lo mejor era no traducir las palabras de su jefe.
Todos los que quedaron en la torre ya habían expulsado de un modo u otro
las perniciosas angulas y aunque alicaídos y aún desorientados comenzaron a
respirar más tranquilos pese a que sus caras permanecían tiznadas de
aquel siniestro verdor.
- ¿Qué podemos hacer ahora? - preguntó
José Luis Aparicio con tono desolado.
- En el único lugar que nos admiten esta noche
es en “El Pino Verde” – manifestó Damián y la ocurrencia fue festejada hasta
por el mismo alcalde que al sonreír se le asomó una angula aún viva entre los
dientes.
- ¡Pues
vamos al Pino con los piteros! - exclamó Ana, la mujer de Carlos, provocando la risa del cura.
Yoli ya no pudo aguantar más los ronquidos y el
incesante meneo y arreó un buen codazo a su marido.
- ¡Qué noche Milio, qué noche me estás dando!
- ¡Eh!… ¿qué pasa?
-
Eso quisiera saber yo, ¿con quién demonios estás soñando?
- Ni
te lo imaginas.
-
Prueba a ver… y ya te advertí que no te comieras todo el revuelto de
gulas, que una parte era para llevar a
Valle.
Milio se incorporó, encendió la lámpara de
la mesita y al verse en el espejo y comprobar que su rostro mantenía el color
habitual se tranquilizó.
- Con Soraya Sáez de
Santamaría - dijo volviéndose a acostar y dejando a su mujer sacándole la
lengua con una mueca de simplicidad y desconcierto.
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