jueves, 26 de marzo de 2020

Operación Topo. Cuento 10


Los cuatro científicos se abrazaron efusivamente al alcanzar la luz del día y salir de la cueva de los Tocinos. Lo habían conseguido, dos meses encerrados en la oscuridad, dos meses en el interior de la caverna experimentando sobre el aislamiento, la temperatura corporal  y  el funcionamiento del sueño. Tanto los dos hombres como las dos mujeres que componían el equipo presintieron el éxito de los experimentos llevados a cabo. Aquel sábado 24 de marzo podía pasar a la historia aunque de momento no pudieron  comunicar ni una sola noticia  porque todos los móviles los dejaron en la recepción del hostal como primer requisito del aislamiento.
Ahora tocaba salir al sol primaveral y celebrar estos dos meses de confinamiento en las terrazas de los bares de Ampuero que tanta fama tenían. Alcanzaron con el todoterreno que les facilitó la Universidad de Cantabria el albergue de Ahedo, primera base del experimento y después de quitarse el barro del cuerpo y adecentarse convenientemente bajaron hacia el pueblo con la idea de tomar unas cañas y picar unos pinchos.
Al llegar al centro de Ampuero se quedaron boquiabiertos porque no vieron a una sola persona por las calles. Y el hostal donde dejaron sus pertenencias estaba cerrado a cal y canto.

 -¿No decían que era un pueblo con mucho ambiente? Esto es una ruina, no hay nadie – dijo Eva con aire de reproche.
- Pues me informaron mal en Santander – contestó Luis justificándose, mientras conducía.
- ¡Fijaros si todo está cerrado!- dijo Susana.
-  Parece un pueblo fantasma, da grima– apuntaló Eva.
- Me recuerda al pueblo de la Matanza de Texas - dijo Susana asustada.
- ¡No empieces con tus neuras! - censuró Luis- imagino que habrá alguna explicación. A lo mejor hoy celebran una corrida de toros y están todos en la plaza.
- ¡Mirar, un coche de la guardia civil que nos da las luces!- alertó Eva.

 Los guardias escucharon el relato de los científicos y todas sus aclaraciones posibles sin poder evitar rostros de lástima y reprobación.
- ¡Así que salís de una cueva y ahora venís cuatro en un coche a tomar unas cervezas y lo del coronavirus y el estado de alarma os suena a chino! – señaló uno de los guardias.
- ¡Qué graciosos son estos murciélagos!- mi sargento.
- Les va a caer la del pulpo –se apresuró a afirmar el oficial con gesto de severidad. Y encima ninguno lleva documentación.
-Debimos permanecer dentro de la cueva un mes más  –dijo el doctor Carlos, aferrando el antebrazo de Luis con afecto- aún nos quedaban algunas latas y papel higiénico.
 
El Corresponsal. 
 

 

 

 

 

 

 

 

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