Los
cuatro científicos se abrazaron efusivamente al alcanzar la luz del día y salir
de la cueva de los Tocinos. Lo habían conseguido, dos meses encerrados en la
oscuridad, dos meses en el interior de la caverna experimentando sobre el
aislamiento, la temperatura corporal y el funcionamiento del sueño. Tanto los dos
hombres como las dos mujeres que componían el equipo presintieron el éxito de los
experimentos llevados a cabo. Aquel sábado 24 de marzo podía pasar a la
historia aunque de momento no pudieron comunicar ni una sola noticia porque todos los móviles los dejaron en la
recepción del hostal como primer requisito del aislamiento.
Ahora
tocaba salir al sol primaveral y celebrar estos dos meses de confinamiento en
las terrazas de los bares de Ampuero que tanta fama tenían. Alcanzaron con el todoterreno que les facilitó
la Universidad de Cantabria el albergue de Ahedo, primera base del experimento
y después de quitarse el barro del cuerpo y adecentarse convenientemente
bajaron hacia el pueblo con la idea de tomar unas cañas y picar unos pinchos.Al llegar al centro de Ampuero se quedaron boquiabiertos porque no vieron a una sola persona por las calles. Y el hostal donde dejaron sus pertenencias estaba cerrado a cal y canto.
- ¡Fijaros si todo está cerrado!- dijo Susana.
- Parece un pueblo fantasma, da grima– apuntaló Eva.
- Me recuerda al pueblo de la Matanza de Texas - dijo Susana asustada.
- ¡No empieces con tus neuras! - censuró Luis- imagino que habrá alguna explicación. A lo mejor hoy celebran una corrida de toros y están todos en la plaza.
- ¡Mirar, un coche de la guardia civil que nos da las luces!- alertó Eva.
- ¡Qué graciosos son estos murciélagos!- mi sargento.
- Les va a caer la del pulpo –se apresuró a afirmar el oficial con gesto de severidad. Y encima ninguno lleva documentación.
-Debimos permanecer dentro de la cueva un mes más –dijo el doctor Carlos, aferrando el antebrazo de Luis con afecto- aún nos quedaban algunas latas y papel higiénico.
El Corresponsal.
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