El Caso de Laurita Piaporo
Las obras se detuvieron y se requirió la presencia de la policía municipal y del concejal de urbanismo para averiguar la identidad de la mujer y las razones por las que se encontraba en la vivienda.
La finca que poseía dos hectáreas de
frondoso arbolado en el centro de la ciudad perteneció a una familia que ya
nadie recordaba y durante décadas permaneció cerrada y en silencio como un
cofre sepulcral cercado por las zarzas.
El alcalde, como proyecto estrella de su
legislatura, contaba con convertir el solar en un gran centro deportivo con
piscina cubierta, área comercial y
aparcamiento.
El concejal salió de la casa tan pálido y
tambaleante que necesitó la ayuda del chófer para subir al coche oficial. Un
súbito revuelo se extendió al poco tiempo por los despachos del consistorio y
causaba vértigo asistir al ir y venir apresurado de los funcionarios
solicitando informes de oficina en oficina, pasillo arriba pasillo abajo.
En las redacciones de los periódicos no
cesaba de sonar el teléfono y en la Universidad se suspendieron las clases
cuando la identidad de la anciana fue divulgada. La noticia se extendió por
todos los rincones de la ciudad, en las calles y en las plazas no se hablaba de
otra cosa. Algunos ciudadanos no dieron crédito a la información pero
corrieron a congregarse frente a las
verjas de la finca para presenciar en directo cualquier detalle del
acontecimiento. Todos ambicionaban aunque fuese de lejos ver a la célebre y
divina Laurita Piaporo, de la que tanto oyeron hablar a sus padres y a sus
abuelos.
La policía estableció un cordón de
seguridad, ordenó el tráfico y el acceso de los periodistas y autoridades que
iban llegando, era evidente que la noticia acaparaba la atención de los medios informativos de toda la nación.
Todos aspiraban conseguir las primeras fotografías, las primeras declaraciones
de la soprano más internacional, de la mítica Laurita, de un orgullo patrio, la
voz femenina más distinguida y que más honores acaparó en su época.
El cálculo de su edad resultaba
disparatado, ningún reportero se atrevió a dar una cifra concreta, aunque algunos
evaluaron que sin duda superaba la centena. La historia documentaba que en Viena
interpretó el papel de Brunilda en presencia de un führer a quien se le resbalaron
lágrimas de emoción; en el Teatro
Bolshói fue admirada por el mismo Stalin en el papel de Violeta durante su representación
de Vishnevskaya y la joven princesa Isabel en la Royal Opera House la dedicó
encendidos elogios e incluso la invitó a tomar el té en el palacio de
Buckinghan. Su belleza y su extraordinario talento vocal y actoral cautivaron
al público de toda Europa e incluso en una de sus giras más célebres fue
condecorada en Filadelfia por el presidente Truman.
Entró en el recinto una ambulancia motorizada y poco tiempo después la comitiva de autoridades encabezada por el alcalde y su esposa, jerarcas religiosos y militares y una variada representación de la sociedad civil de la ciudad.
Dentro de la ambulancia mostró una desazón
formidable, se agitaba bruscamente tratando de incorporarse y no dejaba de
gesticular airadamente como si quisiera decir algo importante que no lograba
expresar. Fue el enfermero que se inclinó hacía su rostro quien comprendió sus
palabras quedando petrificado por el espanto.
Del Libro: "Las angulas del Malvecino".
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