Como cada mañana, el hombre
se despertó y bajó a pasear por la playa. A diferencia de otros días la orilla estaba repleta de miles de estrellas de mar que se extendían a
lo largo de toda la costa. (Imagen Psicocode)Pensó que ese curioso
fenómeno sería consecuencia del mal tiempo y el viento de los últimos días. Se
sintió triste por todas aquellas pequeñas criaturas. Sabía que estaba bajando la marea y todas aquellas
estrellas varadas en la arena morirían pronto. El hombre continuó caminando absorto en sus pensamientos. De repente
se encontró con un niño que corría de un lado a otro de la arena. Tenía la cara sudorosa y los pantalones remangados.
¿Qué estás haciendo? – Le preguntó
el hombre
Estoy devolviendo las estrellas al mar, – contestó el niño – Junto todas las que puedo y las lanzo más allá
de la rompiente para que no vuelvan de nuevo a la arena.
Ya veo – contestó el
hombre –
pero tu esfuerzo no tiene sentido. Vengo caminando desde muy lejos y hay miles
de estrellas ancladas en la arena. Quizá millones. Podrás salvar a unas pocas
pero la inmensa morirá y todo tu esfuerzo no habrá servido para nada.
No tiene sentido lo que haces.
El niño sorprendido le mostró una pequeña estrella que escondía
en la palma de su mano y antes de lanzarla al océano le dijo al hombre: “Para ésta sí que tiene sentido”.Y sin
perder más tiempo, continuó recogiendo estrellas de la playa y depositándolas
en el mar.
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