
“Quitadle el clavo de la mano derecha y que descienda ese
brazo; quitadle el clavo de la mano izquierda y que descienda ese brazo...” Y
así se quitaban los tres clavos y después, con un lienzo que rodeaba su pecho
que sostenían don Avelino y don Rafael, se descendía lentamente el cuerpo del Crucificado.
Siempre se equivocaba don Avelino. Cuando el predicador decía “¡Quitadle el
clavo de la mano derecha!”, si don Avelino estaba sobre el brazo izquierdo,
quitaba el clavo del brazo izquierdo; sí estaba sobre el brazo derecho no se
movía. Aquello en los predicadores noveles producía un cierto desconcierto,
pero no así en aquellos otros que estaban sobre aviso por haber predicado años
anteriores en la iglesia de Ampuero y sabían aprovechar el paréntesis para dar
mayor dramatismo al acto. Todo ello era muy celebrado y esperado por la
multitud de fieles que en aquel día se reunían en la iglesia llenos de fervor y
ávidos por contemplar aquella bonita ceremonia del Descendimiento con la
consabida equivocación de don Avelino…”
Dionisio García Cortazar. “A la orilla de mis recuerdos”.
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