viernes, 10 de abril de 2020

Mensajes de Amor

Mi relación con Maika no iba a ser fácil, ya no por la diferencia de edad, mi novia tenía dieciocho años y yo treinta, sino porque mi empresa me destinó a una sucursal de Argentina para todo un año. Un océano y doce meses se interponían en nuestra historia de amor; ésta había empezado hacía ocho meses y mi temor era que no soportara una relación a distancia, aunque, a tenor de las palabras de Maika, y viendo su entusiasmo, nuestro amor sería eterno. Ella era una romántica, me prometió que me llamaría todas las semanas y que me mandaría mensajes a diario. Después de llorar juntos en un abrazo eterno me fui con algo más de convencimiento. Los mensajes me empezaron a llegar el primer día. Antes de irme a descansar, y siempre al empezar la jornada, sonaba la señal anhelada de mi móvil: (“Han pasado unas cuantas horas y ya mi corazón llora por tu amor, te quiero”), ( “No puedo dejar de pensar en ti, te amo con todo mi ser”), (“Tu recuerdo es el motor de vida que me da fuerza, te quiero”).

Mensajes a diario que aliviaban mi soledad. Ya a las pocas semanas se había convertido en una maestra de mensajes cortos, Realmente no sé cuándo empecé a tener sensaciones extrañas de que algo pasaba en nuestra relación, tal vez porque sus mensajes empezaban a estar mutilados con abreviaturas que me costaban entender. (“Spero vert pronto t kiero”), (“t echo d menos, yama”).

A los tres meses, y cuando empecé a recibir mensajes como (“bss”), (“nos bmos”), ya no tenía ninguna duda, algo pasaba. La llamé por teléfono y ella me juró y perjuró que no pasaba nada y que esperaba mi regreso. Pero no, ya no era la Maika que me despidió entre sollozos en el aeropuerto, estaba seguro de que su amor ya no me pertenecía, simplemente no tenía valor para decírmelo. Un lluvioso domingo de mayo recibí el que sería el último mensaje de Maika, entendí fácilmente su significado: (.)

Miguel Salvador Muñoz Collado

Onda. Castellón. (Nubes de Papel)
 
 

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